el salto del salmón > Luis Aguilera

Por todos los santos que así sea > Luis Aguilera

Parece ser que los gobernantes latinoamericanos comienzan a estar cansados (quizá cabreados) de la tutoría de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico. Que su política ha resultado ineficaz no necesita demostración. ¿Ineficaz, dije? Más bien asesina. Una mirada que sobrevuele la última década tendrá que ampliar en mucho el horizonte de su tragedia. Si en décadas pasadas la guerra se libraba casi exclusivamente en Colombia, ahora hay que ver sus apocalípticos estragos en México y buena parte de Centroamérica. La herida está cada vez más abierta y expuesta y sin pronóstico de cauterización o amputación.

Se supone que en la próxima Cumbre de una América a la que han cercenado a Cuba, como si estuviéramos aun en los macartistas años del siglo pasado, se va a tratar ampliamente el tema de las drogas. El vice Biden ya estuvo por México mandando recados a sus vecinos con la amenaza de que el imperio no modificará un ápice su actual postura. Cabe preguntarse si semejante tozudez se debe a los principios morales que rigen sus guerras o a que casi todo el dinero del narcotráfico, negro o blanco, pasa por las manos limpias de sus corporaciones financieras. De otra manera no se entiende semejante empeño en el fracaso ni su pasotismo frente a su propio mercado interior. El presidente Santos, de Colombia, que anda a trochas y a mochas tratando de reparar los daños de su nefasto antecesor, ha soltado una idea que, si se destila convenientemente, puede ser trago amargo para las organizaciones criminales. Dice el presidente que los Estados deben apropiarse de los bienes y valores confiscados o por confiscarse a los traficantes para emplearlos en campañas contra el consumo. Más o menos como se ha hecho con el tabaco cuyos resultados son evidentes. Podemos seguir fumando pero ahora no somos sujetos inocentes de su perjuicio.

Porque hay una dicotomía muy particular con la droga, especialmente con la marihuana y la cocaína. No hacemos conciencia de que el consumidor es un narcotraficante y el fin último de sus crímenes. Tan alegremente y viva la vida parece que él no tiene nada que ver con la extrema violencia desatada por los carteles. Como si no le pertenecieran también las masacres, el terror, las guerras intestinas o contra los gobiernos, ni mucho menos la corrupción que está desmantelando todo asomo de justicia en nuestros países. Así que, mientras te fumas un porro o te metes una raya tan ricamente en la discoteca o en esa reunión tan chusca de ejecutivos, para satisfacerte en algún pueblo o ciudad están degollando, torturando, matando a miles de personas, especialmente a campesinos, incluidos niños y mujeres. Seguramente después de una buena campaña contra la cocaína, un tío tan majo como Sabina no haría felices canciones con la sangre, por ejemplo, de 27 inmigrantes guatemaltecos decapitados por los Zetas. Vamos a ver si en la Cumbre de Cartagena el presidente Santos se anima a empujar el carro de su propuesta. Todos sabemos que escondidas bajo estas mesas enormes sesionan y transan las comisiones. La idea es buena. Sería empezar a doblarle la cerviz al problema debilitando su columna vertebral que son sus ganancias. Por todos los Santos que así sea.