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Reformas de infarto > María Montero

Comenzamos este año 2012 con el vértigo de reformas dictadas en el seno parlamentario. Los diputados de los diferentes partidos políticos, representados por democracia popular, cumplen con su función, aunque la ciudadanía sigue con un interrogante en su rostro a muchas cuestiones de primer orden. La palabra reforma cada vez toma más poder en los medios de comunicación, y en las conversaciones adultas a pie de calle. También las palabras manifestación o huelga recobran protagonismo. Es el turno y el contraturno entre el Parlamento y la sociedad. Unos decretan y otros protestan. Y las soluciones planteadas por el nuevo Gobierno afloran en especulaciones mentales por parte de la oposición y en inseguridad o sensación de indefensión en gran parte de los ciudadanos. Estamos cansados de agotar esperanzas respecto a una mejoría de la crisis en España. Y los jóvenes estudiantes en Valencia así nos lo demostraron hace unas semanas. Se agotó la paciencia y salieron a la calle, se reunieron en grupos, y resultaron retenidos agresivamente por parte de las fuerzas policiales. La policía no permite alteraciones contra el orden público y los estudiantes valencianos no consienten que les roben sus derechos a la educación. Pero sobre todo hay que encomiar a jóvenes que, en lugar de organizar un botellón proeducativo sobre marginalidad juvenil y reformas y recortes contraeducativos, han salido democráticamente a caminar por la vía pública aunque no contaran con un permiso legal. Creo que hay un mensaje subyacente, y es querer cambiar las reglas del juego aún con represalias. Y se sucedieron movilizaciones sociales diversas en días posteriores. El Estado no puede sostener a jóvenes callados y castrados en su pensamiento, pues así no hay un futuro posible, pero sí puede escuchar a jóvenes librepensadores y revueltos ante tanta incongruencia social. El cambio se sobreviene y es imparable, aunque no tomemos partido. Desde la Ley General de Educación (LGE-1970), la LOECE (1980), la LODE (1985), la LOGSE (1992), la LOPEG (1995), la LOCE (2003), la LOE (2006), la Ley Orgánica de Universidades de 2002, más la Declaración de Bolonia, los estudiantes han sido reprobados continuamente en el vaivén de sistemas educativos aprobados en función de alternancias políticas. Sin embargo, la educación española es precaria en algunos lugares por falta de autocrítica, por tanto, no sólo se trataba de legislar reformas educativas, sino de otorgar calidad de enseñanza. Pero aquí no acaban las reformas. La reforma laboral de 2012 aprobada por el Gobierno de Rajoy ha suscitado un debate esencial en empresarios, sindicatos y trabajadores. Los empleados o parados dudan acerca de la creación de empleo y temen por sus derechos laborales; los sindicatos pierden representatividad en su semimediación entre partes en los últimos años, y carecen de liderazgo necesario para contrarrestar efectos secundarios perjudiciales de esta reforma para los trabajadores; y los empresarios respiran al facilitar despidos exprés y libre mercado laboral. Además de impulsar una economía de mayor creación de empresas, puesto que el parado, si quiere volver al activo laboral, ha de reinventarse o morir en el intento, pues esperar a que otro cree empleo y contrate pertenece al pasado. Más reformas en materia de abortos, o redefinición del inicio de la vida, o sobre la cadena perpetua. Los daños colaterales inmediatos a las nuevas reformas pueden traducirse en inseguridad ciudadana,huelgas indefinidas o un infarto al Estado del bienestar. Y si el corazón del bienestar nos falla, ¿habrá marcapasos previstos en la UE?¿O necesitamos un nuevo corazón?

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