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“Soy José Cañón, afurero y franquista”

José Alonso Jiménez conserva en su establecimiento vestigios de la forma de vida tradicional de esta comarca. / ULISES SALAZAR

NANA GARCÍA | Santa Cruz de Tenerife

A sus 75 años, José Alonso Jiménez ríe a carcajadas. Acodado tras un vetusto mostrador de madera y cristal que aun conserva algunos víveres y golosinas de lo que en su momento fue la venta de Afur, se presenta alegre a los visitantes. “Soy José Cañón, afurero y franquista”. Desde su establecimiento, Bar Casa José Cañón, son ya 51 años los que lleva de ventero y hoy en día su figura constituye la memoria viva de la historia local de este caserío ubicado en el macizo de Anaga.

Durante muchos años, la venta-bar de José Cañón fue el único lugar público de reunión para los habitantes de esta zona. Allí, como en otros comercios de este género propios de comunidades aisladas, se vendían al fiado comestibles, textiles, vino, aguardiente, pescado salado, enlatados, cigarros, aceite, bebidas, menaje o jabón.

Ahora solamente ofrece vino, cerveza, queso blanco, pan y agua a los que se acercan a su pequeño rincón afurero, que sigue siendo centro de encuentro, pero adaptado como asociación de vecinos porque “en vez de molestar está dando vida”. “Aquí venía la gente, comía y se quedaba…”, indica José Cañón al referirse al pasado reciente de su venta que durante 47 años sirvió también de “casa de comida y fonda” a los senderistas y visitantes que se acercaban a conocer las excelencias de Anaga.

“Esto es una tierra bendita y cuando yo nací vivíamos todos de la tierra; ahora todo el mundo se va fuera a trabajar”, indica al tiempo que añora “el humor que tenía la gente antes”, aunque viviera con crisis. “Hoy no hay ni cuatro juntos para jugar una partida a la baraja”, se lamenta.

José Alonso se considera admirador del Caudillo. “No lo tengo escondido”, manifiesta mientras señala los rincones de su venta-bar donde tiene colgados, junto a 652 botellas de bebidas de todo el mundo, cuadros e imágenes de Francisco Franco Bahamonde (La Coruña, 1892-Madrid, 1975). “Antes se vivía mucho mejor en muchas cosas y lo que más se ha perdido es el respeto”, insiste este afurero que siempre regala conversación con gran simpatía.