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Un domingo ¡de pepinos!, por Álvaro Díaz

Alma, corazón y vida. En el argot del mundo del motor a un vehículo de competición potente se le conoce como un pepino de coche. El Ferrari de Alonso no es un pedazo de pepino, pero Fernando a base de pundonor, fe, suerte y, sobre todo, talento, ganó una carrera, a priori, imposible para las posibilidades de su monoplaza. Paradojas de la vida, la lluvia en Kuala Lumpur hizo que en la matinal dominguera coincidieran el fútbol -o bueno, lo que practicó ayer el CD Tenerife- y la F-1. Lo sucedido en Sepang es la antítesis a la vergonzante e indignante actuación blanquiazul en Butarque ante el conjunto que llaman pepinero y al que también resucitaron, pues son especialistas en perder con los colistas. Y es que mientras Alonso y su escudería hacen de la estrategia su mejor arma, en el Tete reina la anarquía. El ‘Nano’ manejó la caótica pero dulce locura de la carrera malaya con destreza y el Tete se estrelló porque no sabe pilotar cuando vienen curvas. En su particular ‘box’ hay más ‘ingenieros’ que mecánicos; el director deportivo parece un entrenador y éste a su vez un tertuliano. Los jugadores van a su bola y en la presidencia hay demasiado silencio. Así, es imposible imitar la magia de Alonso.