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Un testimonio excepcional> Leopoldo Fernández

De vez en cuando, nos llegan noticias que destacan entre la vorágine de sucederes y acontecimientos relevantes que se producen cada día. Y sobresalen no por su enorme incidencia social, o por su destacada relevancia, sino porque se apartan de lo ordinario y vienen a constituir un testimonio fuera de lo común en el quehacer humano. Es el caso de Francisco Hernández Mora, el joven icodense de 31 años que, encontrándose en paro, ha acudido a la Oficina de Empleo de la villa norteña no en busca de trabajo o de cursillos de formación, -sería lo lógico y normal-, sino para solicitar algo excepcional y simbólico: que se le descuente el equivalente a la prestación por desempleo de un día -unos 15 euros-, concretamente el 29 de marzo en curso, para lo que pide a tal efecto ser considerado como un trabajador más que se suma a la huelga general. ¿Un parado sumándose a la huelga? Pues sí, me parece coherente, y más si renuncia a la prestación económica de ese día de asueto buscado y deseado, que pide se destine a obras sociales, casas de acogida o comedores para indigentes. Personalmente no estoy de acuerdo por tal huelga -por precipitada, sectaria e inoportuna-, ya que en nada va a cambiar los propósitos del Gobierno, como ha sucedido en Grecia con las reiteradas protestas ciudadanas por tantos recortes. Pero entiendo la pérdida de derechos laborales e incluso la indefensión que en la reforma laboral advierte Francisco, como entiendo -y es mi propia opinión- que el excesivo poder discrecional otorgado al empresario y el debilitamiento de la tarea sindical deben ser reconsiderados para que no se pierda el deseable equilibrio que a todos conviene para la mejor marcha del proceso productivo. Más aún en estos tiempos de cambios acelerados y modernizaciones inaplazables, sobre todo en materia de productividad, competitividad y flexibilidad en el seno de la empresa. El gesto de este joven tiene más valor aún si se considera su propia situación personal como padre de dos niñas y con la esposa también en paro y a punto de terminar la prestación por desempleo. Puede que algunos vean en su actitud una postura ridícula, propagandística y hasta quijotesca, y acaso no les falte razón. Pero muchas veces las cosas pequeñas que nada parecen son las que otorgan paz interior y reafirmación personal. Desde la libertad y el respeto, cada uno puede obrar como quiera. Y son las acciones, no los discursos, los que dejan impronta y hacen camino. Como dice el filósofo y moralista suizo Henry-Frédéric Amiel, cada día es una profesión de fe que se ejerce con actitudes ejemplares y coherentes, de modo que la verdadera humildad nos deje satisfechos.