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Una huelga que no cambia las cosas>Manuel Iglesias

Hay cambios cualitativos en la atmósfera política que se producen a fecha fija y que establecen un antes y un después de las cosas. Ocurre en las elecciones y en los relevos del poder, pero también en relación con determinadas citas, que también establecen una especie de escalón que hay que superar para seguir caminando.

En este final de mes hemos tenido tres de ellas que representan -o al menos se entiende que van a representar- una nueva etapa a partir de ahora. Cronológicamente están las elecciones andaluzas, con un resultado de indudable influencia política general: la huelga general contra la reforma laboral, con su habitual juego de cifras y las diferentes valoraciones sobre su éxito o fracaso, y el anuncio de los polémicos Presupuestos Generales del Estado, que dejan satisfechos a muy pocos, incluyendo en la insatisfacción a sus propios redactores, que apelan a la teoría del mal menor.

La huelga general merece una reflexión, porque ha concluido después de los movimientos callejeros y reivindicativos de todos conocidos, pero, en el balance final no se ve muy claro para qué ha servido, ni si ha aportado solución alguna a los problemas con que nos enfrentamos los españoles.

No se trata de descalificar a los sindicatos, porque eso sería un peligro para toda la sociedad. Estas organizaciones han sido y son fundamentales en los logros y los avances que hemos tenido los trabajadores por lo cual su mera existencia y defensa hay que darla por sentada.

Pero esa condición de unas cosas bien hechas, no puede convertirse en un amparo de que todo lo hacen bien. En ese sentido hay actuaciones de los sindicatos (por ejemplo el haberse convertido en secciones incondicionales de algunos partidos y vincularse a sus estrategias y comportamientos electorales) que la sociedad tiene derecho a discutir e incluso a demostrar su desacuerdo, restándole apoyos sociales.

Más allá de mostrarse como un gesto, la cosecha de la huelga no va mucho más allá, porque el Gobierno probablemente no aplicará más que unos ajustes, en todo caso, a la reforma laboral, pero no el cambio radical que pedían sindicatos y oposición, que, por lo dicho antes, parece que siempre van juntos.

El Partido Popular ha ganado hace poco más de cuatro meses unas elecciones y tiene el respaldo mayoritario necesario en el Congreso de los Diputados para sacar adelante la ley. Así, no se comprende cómo van a dar marcha atrás a lo que prometían en su programa y entienden que han respaldado las urnas -otorgándoles el poder legislativo-, para darle la razón a la oposición y hacer suyos sus argumentos.

La reforma laboral seguirán y probablemente la huelga general habrá servido de muy poco para cambiarla. No sé si eso es lo que se quería, pero si pensaban otra cosa, se diría que los sindicatos están más fuera de la realidad de lo que incluso los más pesimistas suponían.