Violencia juvenil > Sergio García de la Cruz

En las sociedades modernas, las situaciones generadoras de violencias son permanentes. La violencia juvenil ha sido uno de los fenómenos que no ha tenido la respuesta adecuada. En la sociedad actual, los menores de edad se han convertido en los protagonistas de las acciones más violentas. Han aumentado los delitos cometidos por ellos y, lo que es más preocupante, también ha aumentado la gravedad y la crueldad de éstos, existiendo una correlación entre el consumo de drogas o alcohol y los comportamientos violentos.

En términos generales, podemos decir que todo lo que ocurra hasta la pubescencia será determinante en el resultado final. Habitualmente, los niños maltratados participan luego en delitos violentos. El periodo comprendido entre los doce y los quince años de edad es de especial relevancia, ya que es a esta edad cuando comienzan a relacionarse con otros chicos de edades similares, creándose grupos que, a veces, manifiestan conductas desviadas, reafirman su cohesión derivada de lazos emocionales de complicidad, dotándoles de mayor seguridad y de un instrumento sustitutivo. La mayoría de los delitos violentos se cometen en grupo.

Después del sexo, la edad es determinante del delito. La curva edad-delito es clara: se produce un continuo ascenso hasta los 27 años para después comenzar a decaer. Después de los 22 años, la probabilidad de comenzar a mostrar comportamientos violentos crueles es nula. La diferencia también es clara entre el campo y las ciudades, con mayores índices de violencia en los núcleos urbanos de mayor hacinamiento y desigualdad social.

El factor familiar también influye. Un niño que tiene más de cuatro hermanos antes de cumplir los diez años, cuya familia tiene una mala posición económica y un bajo status social y carente de cuidados necesarios por parte de sus padres, tiene el doble de probabilidades de cometer actos ilegales, con especial incidencia si han nacido últimos o penúltimos.

La sociedad de consumo en la que nos encontramos envueltos también juega un papel importante y crucial en los delitos cometidos. En este sentido, hay robos que se cometen no tanto para comprar droga, sino para adquirir ropa de marca, comer en restaurantes, ir a bailes, etc. El “aparentar” ante el resto y el ser el “más chulo del barrio” propician delitos de lesiones sin provocación o motivo. Pero, en el número uno del ránking del “status del poder” se sitúan los delitos relacionados con la droga. La violencia juvenil es un fenómeno muy complejo, que debe ser atacado desde diferentes frentes, tantos como causas producen esta violencia. Siempre con amplitud de miras. Muchos de los programas para combatirla fallan por su falta de continuidad, sobre todo, por la carencia de medios económicos, más acuciantes en unas fases que en otras.

Por último, no me gustaría pasar por alto la relevante teoría del autocontrol del crimen de Gottfredson y Hirschi. Según ellos, dicho autocontrol se adquiere durante la infancia, de manera que si se aumenta el autocontrol de los niños, se evitarán futuros comportamientos delictivos (Gottfredson y Hirschi, 1990; Hirschi y Gottfredson, 1994).

*Experto en Seguridad Ciudadana | www.sergiogarciacruz.com