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Homologías> Alfonso González Jerez

Coalición Canaria no ha intervenido jamás en el gobierno de la Comunidad autonómica. No tiene ninguna responsabilidad en el elefantiásico crecimiento de las administraciones públicas ni, en general, en que el ogro administrativo generado no tenga nada de filantrópico. Una administración pública que se encarga de administrarse y alimentarse a sí misma porque, como instrumento político-administrativo está evidenciando un fracaso histórico. Coalición tampoco tiene nada que ver con un desempleo que, incluso en su mejor momento, no bajó del 11% de la población activa, ni con la modestia de nuestra renta familiar, ni con la concentración de capital, ni de los salarios más bajos de España.

El Partido Popular no ha gobernado con CC o apoyado a gobiernos coalicioneros durante quince años. No arrastra, por tanto, ninguna corresponsabilidad sobre la gestión política y administrativa en ese dilatado periodo, incluyendo el aumento de gastos y plantillas funcionariales. La señora María Australia Navarro, lógicamente, puede hablar de “los chiringuitos políticos” que no se atreve a desmontar Paulino Rivero, pese a los innumerables chiringuitos que el PP ha ocupado en el Gobierno autonómico entre 1996 y 2010, la contratación de José Manuel Soria de un servicio de seguimiento de medios exclusivo para el Ministerio de Industria por varios millones de euros o el aumento presupuestado en dietas y gastos de representación del señor José Miguel Bravo de Laguna en este mismo año.

El PSC-PSOE está autorizado, política y moralmente, a acusar a Mariano Rajoy de “olvidarse de los parados canarios”, cuando ha dejado tres millones y medios de desempleados en España después de gobernar siete años en España. Y no tiene ninguna responsabilidad, como es obvio, en la actual tasa de desempleo en Canarias. Aunque, paradójicamente, gestione la Consejería de Empleo del Gobierno regional.

¿Para qué seguir? Si José Antonio Montano lo ha descrito inmejorablemente. Solo tienen ustedes que leer tres donde él escribe dos. “Nuestros dos grandes partidos, cuyos nombres no voy a decir para no darles publicidad, no van a pactar por una razón muy sencilla: porque son iguales. Quitando un par de elementos folclóricos e intrascendentes, y quizá un remoto maticillo cromático, solo tienen un genuino rasgo diferenciador: no ser el otro. Entre ambos constituyen un paradigma binario cuyos elementos (vacíos) se definen exclusivamente por oposición. Por eso en nuestro Parlamento no hay un partido en el gobierno y un partido en la oposición, sino dos partidos en la oposición (uno de los cuales da la casualidad de que además gobierna). Que el partido A esté aquí no significa nada: solo que el partido B está allí. Y al revés. Si la diferencia entre ambos no fuera solo posicional, sino real, podrían llegar a un acuerdo y seguir siendo cada uno, dentro de ese acuerdo, diferente. Pero como son iguales no podrán pactar nunca: si lo hicieran perderían el único rasgo genuino que tienen y entonces pasarían a no ser nada. Es decir, dejarían de facturar”.