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La cacería de elefantes del rey en Botsuana ha sido criticada por los ecologistas, defensores de los animales y contrarios a la caza, críticas que han destacado la presidencia de honor, el cargo simbólico que desempeña don Juan Carlos en WWF España, la ONG de conservación de la naturaleza. Esta organización ha enviado un escrito a la Casa Real mostrando su “malestar y preocupación” por lo sucedido, y ha solicitado una reunión en La Zarzuela. También se ha comentado que WWF votará si priva al rey de su presidencia de honor, aunque es posible que la petición real de disculpas haya dejado sin efecto esta noticia. Por supuesto, el que los ecologistas, defensores de los animales y contrarios a la caza se manifestaran intensamente críticos con la cacería africana era obvio. Sin embargo, este ecologismo radical y sin matices debería tener en cuenta, por ejemplo, que en Botsuana está autorizada y reglamentada la caza de elefantes; que esta caza no es indiscriminada, sino que los guías seleccionan y señalan los individuos adecuados para abatir. Y que, en definitiva, toda esta actividad pretende equilibrar ecológicamente la presión que los 150.000 paquidermos que soporta el país africano ejercen sobre sus cultivos y su ganadería.

Por otra parte, se ha denunciado la falta de estética de la cacería, en cuanto proyecta la imagen de un jefe de Estado más preocupado por divertirse que por asuntos como la prima de riesgo o la expropiación argentina de YPF. Algunos han cuestionado su coste, en unos momentos en que mucha gente no puede pagar sus hipotecas. A este respecto, el periódico El Mundo ha publicado que ese coste lo asumió un magnate de origen sirio y nacionalidad saudí, el empresario Mohamed Eyad Kayali, que reside desde hace años en nuestro país, que tiene propiedades en Madrid y Marbella, y que suele actuar como representante de la Casa Real de Arabia Saudí en España, cuyos negocios defiende e impulsa. La información ha sido corroborada por fuentes cercanas al viaje, que confirman que el rey se desplazó a la polémica cacería invitado por Eyad Kayali, el cual, además, fue uno de sus acompañantes en la misma. Lo que no se ha explicado con la suficiente claridad es por qué o a cambio de qué se hizo esta invitación.

No obstante, desde el punto de vista político y jurídico, lo que convierte a la cacería en un hecho fuera de toda justificación y reprobado por la gran mayoría de la sociedad es la ignorancia del Gobierno sobre el paradero del rey y su celebración en días laborables, en los que el jefe del Estado tenía obligaciones que cumplir. El Partido Popular ha reconocido que el Ejecutivo se enteró de que el rey se encontraba en Botsuana cazando elefantes cuando sufrió el accidente. Y que Mariano Rajoy solo sabía que don Juan Carlos estaría fuera el lunes de Pascua, porque el monarca le avisó de que ese día quedaba suspendido su habitual despacho semanal. Después, se ha matizado que el Ministerio del Interior, a cargo de su seguridad, y el Ministerio de Asuntos Exteriores y su diplomacia eran conocedores del viaje del rey. A diferencia de otros países, el jefe del Estado no necesita autorización ni gubernamental ni parlamentaria para salir de España en viaje privado. Pero cualquier funcionario que abandonara sus deberes en días laborables sin justificación sería sancionado.

Cuestión distinta son las relaciones conyugales y privadas de don Juan Carlos, en particular la especial amistad y estrecha relación que desde hace años mantiene con Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, empresaria y organizadora de safaris, que también acompañaba al monarca en la cacería de Botsuana. El jueves antepasado, el diario El País publicaba la siguiente información sobre este tema: “Don Juan Carlos mantendrá a partir de ahora una mayor discreción con respecto a las amistades personales que le acompañan en sus actividades particulares y desplazamientos. A pesar de ello, añaden fuentes oficiales, el rey no renunciará a estas amistades, que incluyen a la empresaria”.

Es evidente que don Juan Carlos ha acudido a multitud de cacerías similares a la de Botsuana y ha viajado privadamente al extranjero en infinidad de ocasiones para tomar parte en las más diversas actividades. La diferencia reside en que, en esta ocasión, su accidente ha convertido en público lo que estaba destinado a ser desconocido. Una cacería que ha implicado un punto de inflexión y un renuncio decisivo en la trayectoria política y personal del jefe del Estado, y que ha reabierto un importante asunto latente desde hacía varios años: el de su posible abdicación. Algunos creen que la supervivencia de la monarquía parlamentaria en cuanto forma política del Estado está en entredicho a medio plazo, y piensan que nada ayudaría tanto a la Institución como un traspaso de poderes sereno pero urgente al príncipe Felipe.

Tales opiniones nos parecen infundadas, porque en este país y en este momento no se dan -ni se esperan- en absoluto las condiciones sociales y políticas necesarias para reformar el Título II de la Constitución y proclamar una república. Sin embargo, estos temores han llegado hasta la familia real, en especial al entorno de los príncipes de Asturias, para los cuales si no se hace borrón y cuenta nueva con el rey la dinastía corre peligro. Para este entorno, la cuestión sería, entonces, o borrón y cuenta nueva con don Juan Carlos o con los Borbones. En los dos casos, Borbón y cuenta nueva.