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Carta abierta a Juan Cruz > Luis Alemany

Querido Juan:

Acuso recibo de tu cariñosa columna acerca de mi presumible resurrección literaria, con motivo de haber recibido el Premio Canarias de Literatura de este año, publicada simultáneamente, el pasado domingo, en los diarios La Opinión de Tenerife de esta capital y La Provincia de la isla hermana, con perdón de la xenofobia reiterada Día a Día: como suele ocurrirme con la mayor parte de tus textos acerca de mi literatura, me produjo la habitual desazonante sensación de injusticia por exceso de generosidad valorativa con respecto a mi obra, a mi persona, y a sus posibles significaciones; por más -claro está- que la persona aludida textualmente (yo en este caso) es la menos indicada para valorar las opiniones que sobre ella se vierten, sin olvidar el mordaz comentario de Jorge-Luis Borges afirmando que la alabanza y la censura son operaciones sentimentales que no tienen nada que ver con la crítica literaria.

Sin embargo, no puedo uno por menos de considerar un tanto alarmante esta cariñosa voluntad promocional -desde tu criterio- de mi resurrección literaria, porque supone la implícita (¿por no decir explícita?) aceptación por tu parte de una catalepsia creativa mía, que algunos sepultureros carroñeros insulares divulgan desde hace algún tiempo, enmascarada en piadoso paternalismo protector: resulta evidente que mi último libro publicado remite a más de cinco años, sin que las circunstancias económicas, domésticas y laborales que pudieran haber motivado tal posterior silencio interesen a nadie; si bien también es cierto que en los últimos tres años me he dedicado a terminar cinco libros de encargo que aguardan la edición: Especulaciones al final de un milenio (cuatro tomos que reúnen -en más de mil páginas- buena parte de mis textos críticos no recogidos en libro) y Cincuenta autores canarios en la casa de los siete balcones, que es el Teatro Guimerá.

Piensa uno que estos cinco últimos libros, sumados a los dieciséis publicados con anterioridad, a tres que esperan editor y a más de dos mil columnas periodísticas me convierten en uno de los Premios Canarias más prolíficos; de tal manera que no deja de producirme una cierta extrañeza tu cariñoso comentario: Himler decía que una mentira repetida se convierte en una verdad, y tú sabes tan bien -también- como yo que las leyendas urbanas (como ésta mía a la que aludes) me acompañarán hasta la muerte, si bien pienso que mi opus magna -hasta la fecha- da noticia mía suficientemente clarificadora: si puede ampliarse, mejor. Te abraza con el cariño de siempre, quien firma arriba.