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Dinero y soberanía > Jorge Bethencourt

Una de las claves de este Gobierno era el conflicto territorial. La caja de Pandora que Zapatero abrió en Cataluña podría convertirse fácilmente en una ciclogénesis explosiva del modelo de Estado con los conservadores en La Moncloa. Pero Rajoy nos la ha metido doblada. Porque no ha dejado que el agua el molino soberanista haya llegado al molino del debate político. Con habilidad ha echado mano de la profunda crisis económica para enfrentar a las comunidades autónomas a la más cruda realidad: su interdependencia mutua, su dependencia de una caja común central y la servidumbre de todos de una cosa etérea y burócrata llamada Europa. En medio del naufragio de la economía real, devastada por la vampirización fiscal, el apoyo a los bancos y la defensa numantina del gasto público, el discurso político del nacionalismo se está convirtiendo en agua de borrajas. Cuando el hambre entra por la puerta las ideologías saltan por la ventana. Los recortes de Madrid han enfrentado a los gobiernos de los territorios a la necesidad de afrontar sus propios ajustes, de subir la presión fiscal sobre sus ciudadanos y, al cabo, de salir en la foto. El aluvión de críticas de los partidos nacionalistas debe sonar a música celestial a los oídos de un Gobierno al que se convierte en el defensor de la idea de España y en gestor de la salvación nacional. Y sitúa al PSOE casi al margen del debate, sin poder apoyar el centralismo conservador y sin poder alinearse con las tesis que pretenden fragmentar el Estado.

El asunto es que todo el mundo quiere dinero. Soberanía por aquí, pero dinero por allá. Dinero de un Estado que en sólo tres meses ha gastado 40.000 millones de euros y ha ingresado 22.000. O lo que es lo mismo, se ha pulido 18.000 millones que no tenemos. Reducir el alocado gasto público de este país, para dejar de pedir dinero prestado, no es una cuestión de sentido común, sino de supervivencia. Porque los ingresos seguirán cayendo.

Estamos en el año decisivo para saber si estamos en el principio del principio o en el final del final. Para comenzar esa larga década de sacrificios o para ser intervenidos. El único problema es que los Estados saldrán adelante. Y los bancos. Y los gobiernos. La cosa pública y sus aliados sobrevivirán. Otra cosa es cuántas ovejas llegaremos vivas al final de la escalera. Pocas. Y con lana, ninguna.

Twitter@JLBethencourt