OPINIÓN > Ricardo Melchior Navarro

El apostolado de don Felipe > Ricardo Melchior Navarro

El reciente fallecimiento del obispo emérito de Tenerife, monseñor Felipe Fernández, ha traído a nuestra memoria una serie de recuerdos de su laboral pastoral al frente de la Diócesis Nivariense. Recuerdos que tienen que ver con diferentes situaciones y circunstancias, todas ellas relacionadas con la historia reciente de nuestra Isla: desde la alegre jornada compartida en Guatemala, con motivo de la canonización del Hermano Pedro, a los tristes instantes del incendio de la iglesia de Buenavista del Norte, resarcidos de alguna manera con la reapertura posterior del templo. En cualquiera de los casos, en él hallamos siempre la actitud firme que caracterizaba su personalidad. A dicha firmeza unió otro rasgo singular, como fue la franqueza que empleaba en su relación con los demás. Así lo apuntó su sucesor, monseñor Bernardo Álvarez, durante la homilía pronunciada en el funeral reciente, al resaltar “su gran libertad para decir lo que pensaba y sentía”. Con esa condición de honesto, unida a la fe que marcaba su vocación de servicio a la comunidad, don Felipe llevó a cabo una obra inolvidable al frente de esta Diócesis, durante catorce años intensos. Y son muchas las personas que pueden dar testimonio de esa tarea ingente, como es el caso de quienes integran la red de Cáritas, que vio reforzada su labor mediante la creación de delegaciones de base en todas las parroquias. Definido como un elemento “clave” en la historia de esta Diócesis, don Felipe fue capaz de desempeñar, en palabras del actual prelado, “grandes proyectos, tanto a nivel pastoral como de infraestructuras, y su obra tuvo una extraordinaria repercusión en ambos aspectos”. Sobresale entre los primeros la organización del Sínodo Diocesano Nivariense, una cita sin precedentes en este territorio, que consiguió movilizar entre 1995 y 1999 al conjunto de comunidad eclesial de la provincia tinerfeña. En cuanto al apartado de las infraestructuras, conviene recordar que durante ese ejercicio fue culminado el Plan Insular de Patrimonio Histórico, gracias a la colaboración establecida entre el Cabildo y el Obispado, que poco a poco permitió la realización de más de un centenar de actuaciones, todas ellas trascendentales para la supervivencia de este valioso tesoro artístico y cultural. Fue un periodo que personalmente nos dio la oportunidad de conocer más de cerca a don Felipe, tanto en reuniones con los técnicos como en visitas a las obras, apreciando con nitidez la ilusión y el empeño que marcaban todos sus actos. Igualmente, el traslado a Guatemala para asistir a la canonización del Santo Hermano Pedro, en el verano de 2002, nos valió para estimar su cercanía con nuestra gente, propia de quienes hacen de la sencillez su manera de actuar. Recordamos, en ese sentido, su intervención en la misa que ofició en la iglesia de San Francisco, en La Antigua Guatemala, donde hizo un canto a la humildad. Y tomó para ello una cita del propio Pedro de Bethencourt: “Nosotros, los de Belén, debemos estar debajo de los pies de todos y andar arrastrándonos por el suelo como las escobas”. Firmeza, franqueza, honestidad, fe, tenacidad, cercanía y sencillez. Ese es el legado de don Felipe; un hombre más de esta tierra, en la que decidió que transcurriera el resto de su vida. Un legado ya universal que permanecerá en La Laguna, capital de nuestra Diócesis, para contagiar a toda la comunidad de la alegría de vivir y el amor por el trabajo dentro, desbaratando toda lógica al hacerse uno de nosotros y acabar muriendo como muchos de los nuestros… y ahora tenemos la eternidad entera para hablar nosotros. De eso y no de otra cosa se trata. Esta Pascua eterna que hoy estrenamos es un capítulo más de ese diálogo que Dios espera y que nos hace realmente hombres, que despliega todas nuestras posibilidades, sin dejarnos reducidos a un sinsentido con fecha de caducidad. Es posible que algunos se hayan quedado en la mirada inerte de los bellos pasos procesionales. Dicen que también es cierto que algunos se quedan mirando el dedo que les señala dónde está el sol. Feliz Pascua.

Ricardo Melchior Navarro Presidente del Cabildo de Tenerife