Excusas > José David Santos

Las excusas se acaban. Al Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy se le empieza a diluir como un azucarillo en café amargo el crédito cada vez que hablan de la herencia socialista; y en esas a todos nosotros se nos agota también aquello de que la crisis la generaron los malvados bancos (que sí), los famosos mercados de acciones y primas en riesgo (que sí), Lehman Brothers (que sí) y la ambición desmedida de unos cuantos que son más numerosos de lo que admitimos porque igual alguno sale retratado. Ya está. Ahora, echar la culpa a unos y otros debe dejar de formar parte de los argumentarios vitales de cada hijo de vecino y arremangarse y afrontar con la mayor entereza y honestidad un problema que no es tal, es, simplemente, la vida. El escritor Eduardo Mendoza, premio Planeta 2010 por su novela Riña de gatos. Madrid 1936, señalaba en una entrevista que la verdadera crisis fue aquel tiempo (unos años atrás no más) en el que todos éramos nuevos ricos (él se incluye tras cobrar millonadas por sus libros) y vivíamos a todo trapo. Algún que otro arribista de lo correcto se niega a endosar parte de la culpa de la crisis al ciudadano de a pie, pero yo no. Miro alrededor y veo una crisis más profunda que la económica; esa es la excusa. Creo que el esfuerzo, la inteligencia, el tesón, los ideales, el compromiso valen mucho menos que las pancartas sin sentido, el ataque, el escaqueo y la subvención de turno. En el mundo de la cultura es donde, pese a que se le supone mayor formación y compromiso, más prolifera ese sálvese quien pueda. Estoy harto de culturetas de postín, de líderes sociales que ponen en boca de la cultura sus propios miedos y carencias; harto de ver cómo se finge que lo que importa es el arte, el artista, cuando lo que tratan de salvar es la (su) cuenta de resultados. Ahora, la excusa es este gobierno de malas gentes que quieren dejar a los niños sin teatro, cine o música…¡Venga ya! Un ejemplo de ese comprometido social es el pesado de Willy Toledo, gran amigo de muchos de los grandes actores de este país (él no lo es), también hidalgos con sus banderas pero, ¡oh casualidad!, poca veces dando el cante como él. Así nos va, creando iconos y falsos profetas, escurriendo el bulto de nuestra propia incompetencia y esperando que alguien nos solucione la papeleta. Willy, por ejemplo.