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Explicaciones obligadas > Leopoldo Fernández

Todo lo que sea estrechar lazos entre Canarias y Marruecos debe ser bienvenido. Lo aconseja la política europea de vecindad (PEV) que impulsa la Unión Europea desde 2004, la cual permite la cooperación transfronteriza entre Madrid y Rabat por valor de más de 200 millones de euros al año, en beneficio del Reino alauita, además de otras prebendas atribuibles a Bruselas, como el Estatuto Avanzado de Asociación a la UE que ya quisieran muchos países. Pero buena vecindad no equivale a ejercicio de soberanía o desafío al Gobierno del Estado, como algunos, entre ellos el subsecretario del Ministerio de Industria, tratan de atribuir a la reciente visita oficial de Paulino Rivero. Desde diciembre se sabe que éste iba a acudir al vecino país, y que lo haría de la mano del Ministerio de Exteriores y de la embajada en Rabat, que desempeña el tinerfeño Alberto Navarro. Es probable es que el presidente prefiriera adelantar la visita pensando en una cuestión de oportunidad y publicidad en relación con las exploraciones petroleras de Repsol. Pero no veo razones ocultas de fondo ni de forma, ni tampoco traiciones inconfesables en el viaje con un grupo de empresarios, salvo el posterior y sectario interés en subrayar -poniéndolo en boca de Mohamed VI- que Marruecos no ha encontrado hasta ahora petróleo. De ahí a deducir, como ha hecho Martín Marrero, el portavoz del Ejecutivo de Canarias, que “el Rey de Marruecos ha desmontado la gran mentira del Estado”, media un larguísimo trecho de sinrazón y sectarismo. Rabat puede no haber descubierto petróleo, o puede que le interese comunicarlo así, pero ¿por qué contraponer tal afirmación al propósito español de buscarlo en la zona próxima a la mediana y, de existir, proceder a su explotación? En todo caso, sería bueno que Rivero pidiera comparecer ante el Parlamento de Canarias para aclarar lo que sea preciso ante las suspicacias desatadas, entre las que se le atribuye el afán inaudito de ¡montar una pinza con Rabat frente al Gobierno central! De ponerle algún pero al viaje, me atrevo a apuntar el exabrupto del portavoz gubernamental y el exceso del propio Rivero al proponer acuerdos de comunicación aérea o marítima con ciudades saharauis hoy por hoy ocupadas manu militari, un asunto sobre lo que la propia UE hace reserva de legalidad. Por lo demás, la cooperación con Marruecos debe ser recibida con agrado, incluso la promesa de crear comisiones mixtas para asuntos de interés común; pero todo en su justa y prudente proporción, porque es obligado preservar los superiores intereses nacionales sabiendo como sabemos de las aspiraciones expansionistas marroquíes y sus conveniencias en la zona.