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Fernando Delgado: “El miedo a la sexualidad solo crea falsas fronteras”

El escritor tinerfeño Fernando Delgado. / DA

SANTIAGO TOSTE | Santa Cruz de Tenerife

La nueva novela de Fernando Delgado, También la verdad se inventa, habla de compasión y comprensión, de la construcción de la identidad y de estar dispuestos a conocer -y a entender- las circunstancias de quien está a nuestro lado. También es una novela coral, un relato de intriga y una historia que en buena parte transcurre en un estudio radiofónico. Un escenario que el escritor y periodista tinerfeño conoce a la perfección.

-En También la verdad se inventa aborda cuestiones como la identidad y la libertad de cada uno para construir su propio relato. ¿Ese ejercicio de coherencia con uno mismo sigue hoy siendo tan complejo como en cualquier otra época?

“La condición humana es la misma, pero quizás sea más difícil hoy porque vivimos en una sociedad de las apariencias, donde la gente atiende menos a su intimidad y donde el respeto a esa misma intimidad escasea”.

-Esta novela también habla de tolerancia, de empatía, de estar dispuesto a conocer las razones del otro…

“Prefiero hablar de compasión. La compasión es una idea que se asocia mucho a lo religioso, pero que es enormemente cívica, profundamente humana. La tolerancia tiene un algo de concesivo, y en cambio, la compasión acerca el uno al otro, a la comprensión del otro. Y eso de comprender me interesa mucho más que lo de tolerar”.

-El principal escenario de su novela es un programa radiofónico nocturno, un formato que suele propiciar una suerte de confesión desde el anonimato. ¿Cómo surgió la idea de emplear este recurso y qué papel desempeña en la misma novela?

“Necesitaba un espacio público para confesar a mis personajes. Y al comenzar a escribir fue sólo un procedimiento literario; luego me di cuenta de que la radio se había convertido en un escenario dominante, y después, cuando concluí la novela, advertí que la radio era también un personaje, en el sentido de que es el medio más intimista, el que incita más a la imaginación. Viví una radio sin teléfonos y una sociedad con pocos teléfonos. Pero más tarde, cuando la radio se abrió al teléfono, esa imaginación que ya propiciaba se convirtió en imaginación participada. Y eso es justo lo que ocurre en el programa de radio de la novela, que además está situado antes de la llegada de internet, porque me interesaba aludir a una radio pura”.

-¿Cómo de útil le resultó en esta obra su experiencia periodística?

“Siempre quise hacer una novela periodística, pero, o bien no se me ha presentado la ocasión o no he encontrado. Y aquí veo que, indirectamente, hay retazos de novela periodística. Y eso, naturalmente, parte de mi oficio. Yo tengo una vocación literaria y un oficio del que estoy muy orgulloso, el periodismo”.

-La identidad sexual recorre todo el relato. ¿Dice muy poco de una sociedad que supuestamente defiende las libertades el que un elemento de la esfera íntima siga propiciando tanto revuelo?

“Sí, porque a la sexualidad se le tiene miedo. Nos han educado en una cultura que asocia sexualidad a suciedad, a lo oscuro, a lo obsceno; en lugar de formarnos en una sexualidad que nos da vigor, que rige nuestras vidas y que nos define. Hay sexualidad en cada uno de nuestros actos de relación con los demás, sean del carácter que sean. La sexualidad no se circunscribe únicamente al acto sexual o, en todo caso, el acto sexual es algo que puede estar lleno de grandeza. Pero el miedo a la sexualidad es lo que forma fronteras imaginarias y que se genere incomprensión en cuanto a la elección sexual. Hemos progresado mucho, pero eso no quiere decir que, tras un lenguaje políticamente correcto, no subsistan reticencias, prejuicios y obsesiones varias”.