opinión >

In memoriam > Juan Carlos Cabrera Labory

Querido José Domingo:

En primer lugar, quiero pedirte disculpas por escribir en tu sagrado lugar, en este tu periódico, tu segunda casa. Empezaré con la frase que más me gustaba oírte, y que no era otra que “para que tú me entiendas…” Pues sí, amigo, para que tú me entiendas quiero que sepas que desde el lunes pasado, desde tu marcha repentina, me siento más solo, menos apoyado y menos querido.

Nuestra relación era como la del perro y el gato: discutíamos, nos peleábamos y cinco minutos después estábamos vacilando y riendo como si nada hubiera pasado. Ejercías de abogado, de director, de gerente, de asesor y de lo que se te pusiera por delante. Tu personalidad arrolladora cautivaba y tu educación exquisita enganchaba.

Echaré de menos tus batallitas de cuando estabas en el CD Tenerife y en el CB Canarias, tus brillantes alegatos de los juicios, tus cabreos por chorradas y tus buenos consejos indispensables. Pero, sobre todo, echaré de menos a ese amigo sabio y entrañable al que respeté y respetaré siempre.

Un día te dije que con tu forma de ser y actuar me recordabas a mi abuelo Juanito, abuelo del que, casualmente, fuiste toda su vida abogado y amigo. No se me ocurre un elogio más apropiado y hermoso que ése: me recuerdas a mi querido y admirado abuelo. Sé que ahora él te está esperando para continuar juntos con las tertulias del bar Imperial, en las que discutían apasionadamente de lo divino y de lo humano y, sobre todo, de fútbol.

Por cierto, he decidido escribir este artículo porque me place. Descansa en paz.

* Director general del Grupo de Comunicación DIARIO DE AVISOS y nieto de don Juan Labory