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José Domingo, todo corazón> José Antonio Pérez

El destino está empeñado en depararnos situaciones que nos producen un enorme vacío. Las relaciones personales y humanas sostenidas durante tantos años con personas hacen que, cuando llega la hora de la partida, no sepas qué decir. Es tan doloroso comprobar que una persona está hoy y mañana deja de estar, que, por más que te lo confirman, no te lo crees.

Se ha marchado José Domingo Gómez y no me lo puedo creer. Una persona como él es imposible que se marche porque ganó la batalla en varias ocasiones y no puede ser… Me llaman para darme la noticia y me quedo mudo, sin saber qué decir. ¡Pero si lo saludé hace unos días! No, no puede ser… ¿José Domingo ha muerto?

El corazón, esa maquinita que tenemos alojada en nuestro interior y que no sabes cuándo está bien ni cuando está mal. El corazón que, en ocasiones, te avisa pero que generalmente funciona como quiere y cuando quiere, le falló a José Domingo, una persona que para mí y para otros muchos era todo corazón. Lo era en todos los sentidos de la vida, entregándose siempre a todo lo que hacía en el terreno humano y en el profesional.

Coincidí muchos años con él y aprendí mucho a su lado en el Club Deportivo Tenerife. Durante mi estancia en Onda Cero, también lo tuve muy cerca. Incluso lo llamé un día, en su calidad de presidente del Comité de Competición de la Federación, para consultarle detalles que no me explicaba en el fútbol base. Vivimos muchos momentos de tensión y de alegría… Discutimos, nos reímos, lloramos… Luego, con ambos fuera del CD Tenerife, me quiso llevar al Tenerife Baloncesto e insistió mucho en que debía incorporarme a aquella entidad porque él me veía allí dentro. Me lo pensé mucho y no di el paso, pero siempre le estuve agradecido por su enorme confianza en mi persona y por su bondad eterna. Se sentía orgulloso de verme feliz en el Cabildo Insular de Tenerife. Sus consejos nunca cayeron en saco roto. Siempre los tuve muy en cuenta, en el aspecto profesional, en el familiar, en el humano…

Cuando le saludé la última vez, estábamos despidiendo a Adelardo de la Calle y charlaba con él y su señora sobre lo divino y lo humano porque encontrarme con ellos siempre suponía un momento para recordar vivencias y analizar presente y futuro. No podía ni imaginar que poco tiempo después me tocara decirle adiós a él.

Querido José Domingo, estoy muy triste. Lo pienso y no puedo creerlo. Javier, Adelardo y, ahora, tú. Algún día nos reencontraremos y volveremos a hablar de tantas cosas. Siempre te apasionó el deporte y lo demostraste durante un buen puñado de años trabajando en el fútbol y en el baloncesto. Mira que le echaste horas. Ahora, como suele ocurrir, cuando ya no estás, nos acordaremos de lo importante que siempre fuiste. Te mando un abrazo fuerte y uno muy especial para tu mujer a la que siempre guardé un gran aprecio. Hasta siempre.