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La caza > Nuria Roldán-Arrazola

Qué tiene la caza que todos los prohombres, o los que tienen intención de serlo, se dedican a ella con fruición. La enaltecen, la exaltan, la exhiben, como si de ella dependiese su identidad misma.

Los cazadores son todos varones, de mediana edad y de todo origen y condición.

Una crónica social reciente pondría de manifiesto que políticos, banqueros o empresarios de distintos colores ideológicos caminan juntos en tan común ritual.

Parecería que la caza cruza transversalmente las discrepancias afianzando los elementos comunes. Y… ¿qué es lo que une a todos esos cazadores? ¿Es la caza un entrenamiento para sus vidas de prohombres? O… ¿son prohombres porque cazan? Lo que parece claro es que el entrenamiento del cazador comienza a una edad temprana y son otros hombres adultos los que guían sus pasos en tan destacado ritual de masculinidad.
Lo que varía con los años es la condición social, la economía y sobre todo el tamaño de la presa.

Mientras que en los años más mozos la gacela suele ser la presa más codiciada, con el paso de los años, la falta de movilidad, el descenso de la potencia y los errores en el funcionamiento del termostato hacen que las presas sean de menor movilidad; por ello de más tamaño y las mirillas mayores y más precisas.

Y es que para ello está la técnica, para sustituir la maquinaria humana que se va estropeando.

Que España es un país de cazadores es una realidad innegable; que la caza está íntimamente unida al prestigio y la potencia masculina, parecería que también; que las cacerías son celebradas y reconocidas como elementos de socialización y de negocio, también. Luego, entonces…, ¿donde está el problema?

¿Podría ser que nuestra hipócrita sociedad quedase al descubierto con sus impúdicas vergüenzas al aire?

¿Podría ser que las mentiras que contamos a los niños y a los perezosos ciudadanos se vayan acabando? Sólo imaginen, por un instante, lo que podría pasar.

nuria-roldan.blogspot.com.es