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La necesidad de un discurso claro y coherente > Leopoldo Fernández

Desde hace semanas, se habla de desconcierto, de falta de transparencia y mala comunicación por parte del Gobierno de Mariano Rajoy. Hasta ahora, el presidente no ha sabido explicar públicamente, o no ha querido hacerlo, el rumbo que sigue el Gobierno, que se contradice en buena parte con las promesas electorales. Además, una semana sí y otra también el Consejo de Ministros viene aprobando una serie de recortes, subidas de tasas e impuestos y medidas impopulares que inevitablemente, por deficiente justificación y explicación, siembran el desconcierto y la desconfianza entre los ciudadanos. No se puede justificar, bajo ningún concepto, este desajuste gubernamental, que por cierto se vive también en el seno mismo del Partido Popular. No es normal que la ciudadanía deje de recibir cumplidas explicaciones sobre el rumbo que sigue el país, en el que sólo parece primar la política de la austeridad y el recorte, sin la menor concesión a los imprescindibles estímulos para la reactivación económica. Bajo el pretexto de un cumplimiento a rajatabla de las previsiones de déficit público impuestas por el Tratado de Lisboa y por su intérprete exclusiva, la canciller Angela Merkel, se olvidan el gravísimo problema del paro, que en Canarias alcanza proporciones más que preocupantes, y el cierre de la interminable reforma financiera. Parece que lo único que importa es seguir con el rosario de medidas que menguan derechos y conquistas sociales.

Seguramente tiene razón el ministro de Economía, Luis de Guindos, cuando apunta que el Gobierno no toma decisiones contra nadie, sino que lo hace por convicción y necesidad, y también cuando añade que los españoles sabríamos lo que vale un peine si fuéramos intervenidos y las medidas de ajuste las tuviera que adoptar, como ha ocurrido en Grecia, la Unión Europea. Pero, ¿no sería mejor que el Gobierno diera cumplida información sobre el panorama, interno y externo, que vive el país, las alternativas que se nos ofrecen y el porqué de elegir unas y no otras? Ya sabemos que el PP está legitimado para dirigir los destinos nacionales y que el pueblo español le otorgó su confianza, incluso con mayoría absoluta, para que gobernara sin necesidad de apoyos políticos. Pero ¿no sería mejor que tratara de sumar a su causa, que es la de todos, las voluntades de algunas, si no todas, formaciones políticas? ¿Por qué renuncia al intento de búsqueda de unos pactos similares a los de La Moncloa de 1977, cuando España salía de una dictadura y se enfrentaba a una gravísima situación terrorista? Como si estuviera arrastrado por los acontecimientos, da la sensación de que Rajoy huye de la pública asunción de explicaciones y se esconde detrás de sus ministros, que son quienes dan la cara, en tanto el jefe del Gobierno se reserva el discurso sólo para el exterior. Así ocurrió recientemente en México y Colombia, o en las inevitables ruedas de prensa en actos monclovitas. El presidente debe ejercer su liderazgo con mano firme y decidida. Con la verdad se va a todas partes.

No se puede dar la sensación de que el país es gobernado sin orientación preestablecida, con recortes desordenados o improvisados -es el caso de los 10.000 millones de sanidad y educación- y con objetivos que, sin necesidad de modificar el deseo final de control extremo de las cuentas públicas, se imponen sin un plan coherente y sin diálogo e información previos a ciudadanos, formaciones políticas, comunidades autónomas y corporaciones locales; a veces sin la obligada consideración y respeto a las formas exigibles en democracia. Para justificarse y hallar respaldo, la política necesita de gestos, formas y actuaciones prudentes, diáfanas e imaginativas. Más que mandar, gobernar es convencer y generar confianza. Ya sabemos que la crisis no es culpa del Gobierno, que ha heredado problemas gravísimos y un déficit superior en casi 30.000 millones al anunciado por Zapatero. Y que el país en su conjunto ha vivido muy por encima de sus reales posibilidades económicas. Pero, pasados cuatro meses en el poder, no puede seguir apelando a los condicionantes recibidos; los ciudadanos, entre ellos muchos militantes del PP, se sienten desencantados y desconcertados por los vaivenes gubernamentales. Demandan que Rajoy ejerza su liderazgo y que hable sincera y solemnemente al país. Lo mismo vienen haciendo los ministros, que éstos sí que se explican, en ocasiones más de la cuenta, con lo que siembran el desconcierto. Por ejemplo, con el anuncio -en el extranjero- por parte del ministro del Interior, Jorge Fernández, de un programa integral de reinserción de presos condenados por terrorismo. Primero se dijo que ese programa era sólo para presos de ETA y luego se extendió a miembros del Grapo y yihadistas. Como fue mal explicitado, dio pie a contradicciones, aclaraciones y reacciones de distinto signo, sobre todo entre las asociaciones de víctimas del terrorismo. Si se trata de dividir a ETA o de alejar de ella a sus presos, las cosas deben hacerse con inteligencia y discreción, sin prisas ni subterfugios, comunicando previamente con las víctimas del terrorismo para que no se sientan manipuladas, engañadas o mal informadas.

Trasladado a Canarias, este último ejemplo podría servir para la crítica de la reciente medida dispuesta por la Consejería de Educación para centralizar en la Universidad de Las Palmas las preinscripciones de matrícula en las dos universidades canarias, al amparo del distrito único que debería funcionar tras 17 años de parón inexplicable. Una ligereza en la adopción unilateral de la medida, una disposición equivocada -porque marginaba a La Laguna y desataba las viejas rencillas del pleito insular- y la falta de liderazgo de la propia Consejería provocaron el desaguisado. Es de esperar que, haciendo compatibles los sistemas informáticos de ambas universidades y tirando del carro la autoridad educativa regional, se retome el asunto y se lleve hasta las últimas consecuencias. Los alumnos y las universidades, que se entienden perfectamente, no tienen por qué pagar la ineptitud y falta de previsión de algunos funcionarios. Otros ejemplos, porque los hay a montones, sobre mala comunicación, o comunicación sesgada, en cuestiones políticas de ámbito regional son las prospecciones petrolíferas de Repsol o la desaparición en enero pasado de determinadas subvenciones aéreas. En el primer caso cabría hablar incluso de manipulación o de manejo sesgado de la información. Nada hay más incierto que la simple proclamación de incompatibilidades entre turismo y petróleo. Sencillamente, no es verdad: existen multitud de ejemplos en todo el mundo que dicen lo contrario. Pero es más fácil caer en la demagogia y el populismo.

En cuanto a las tasas aéreas, desde el Gobierno canario se dijo por activa y por pasiva que su desaparición, tras los dos años de vigencia acordados, supondría la cancelación de vuelos, la huida de líneas aéreas, la caída del turismo y no sé cuántos malos augurios más. Todo, puro invento, porque han pasado ya cuatro meses y las comunicaciones aéreas y los visitantes siguen donde estaban, y creciendo ligeramente. Lo que sí puede pasar es que el turismo que huyó de la primavera árabe en el norte africano no continúe mucho más, ni tampoco en la misma medida que en los buenos tiempos el peninsular y el de algunos países europeos -especialmente el Reino Unido, que acaba de entrar en recesión-, por culpa de la crisis que tanto afecta al Viejo Continente.

El último episodio de mala explicación e inadecuada comunicación lo ha protagonizado Manuel Fernández, secretario general del PP de Canarias, en cuya boca se ha puesto la disparatada idea de que se deberían eliminar los cabildos de Tenerife y Canaria más o menos porque los servicios que prestan se solapan con los que corresponden a la Administración autonómica. He tenido la paciencia de escuchar las palabras del dirigente popular y, la verdad, oídas tal cual, pueden prestarse a equívoco. Pero si se tiene en cuenta la pregunta que le formularon en la entrevista que difundió Canal 4 : “¿Usted es más partidario en esa reestructuración (del aparato político-administrativo canario) de suprimir los cabildos antes que los ayuntamientos?”. El diputado regional deja claro que lo que en realidad prefiere es evitar duplicidades.

No le voy a enmendar la plana al diputado Fernández, pero no deja de ser cierto que él, y con él la inmensa mayoría de sus colegas, casi siempre toman carrerilla y hablan y hablan sin a veces sopesar el verdadero alcance de sus palabras. Pero poco se enterarán los ciudadanos de la verdad de las cosas si desde el Gobierno y sus ramales no se les comunican adecuadamente -los periodistas no estamos exentos de culpa- las decisiones que se aprueban y se aclaran su necesidad y utilidad y cuantos detalles contribuyan a esclarecer las dudas de todos.