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La senda de los elefantes > Luis Alemany

Cuando el sábado pasado uno escribía, en la redacción de este diario -con escaso entusiasmo-, la columna del día siguiente, Jessica (en el ordenador de al lado) comentó sarcásticamente el africano accidente Real, al que contesté con una broma disparatada, considerando -en buena lógica- que se trataba (como solía decir mi amigo Chela) de una coña marinera de la redactora, como hubieran podido ser el ingreso en las cartuja de José-Manuel Soria, la expropiación de la Refinería por Paulino Primero, o el envío de otra expedición -hubieron varias- a la isla de San Borondón: sin embargo, al día siguiente, comprobé estupefacto, en las primeras páginas de todos los periódicos a los que tuve acceso, que tal disparatada noticia era cierta, porque allí estaba el monarca, disfrazado de Clark Gable en Mogambo, al lado de un anónimo compañero de safari que no era -claro está- Ava Gardner: de todos es sabido que las cacerías sirven para ampliar el círculo de las amistades, de tal manera que posiblemente tal personaje pase algún día a la Historia a través de la hagiografía monárquica. Le da a, uno la impresión de que las complejas circunstancias por las que atraviesa actualmente este país no parecen las más adecuadas para que su Jefe de Estado (por simbólica, ornamental y epidérmica que esta jefatura sea) vaya a cazar elefantes a Botsuana; aunque la Historia demuestra que los Borbones españoles suelen comportarse de la manera más insólita en los momentos más inadecuados: Carlos III (bisabuelo de la tatarabuela del rey: tal vez el más presentable de la dinastía) nombró a un primer ministro italiano, que provocó una crisis política al pretender que cambiase el atuendo de los españoles: una especie de precursor de Armani; Fernando VII (abuelo de su bisabuela) trajo al país a los Cien Mil Hijos de San Luis para reprimir a los españoles que habían luchado cuatro años para reponerlo en el trono; y Don Juan (su padre) pasó gran parte de la dictadura franquista jugado al Blak Jak en Estoril, bajo la férula de otro dictador.

En cualquiera de los casos, resulta significativa la reiterada afición cinegética de esta Familia (i)Real; de tal manera que este accidente de Juan Carlos I coincide -casi exactamente- con el 81 aniversario de la entrevista que tuvo su abuelo el 15 de abril de 1931 con el primer ministro de su último gobierno, que acudió a su vestidor para comunicarle el resultado de las elecciones del día anterior, ante las cuales decidió abandonar el país, mientras se calzaba unas botas para acudir a una cacería: ignora uno si -tras ella- se cambió de calzado o huyó con las botas puestas.