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Las Malvinas son de quien son > Rafael Muñoz Abad

Hasta el más boludo de los taxistas de Buenos Aires sabe que las Malvinas, Falklands para los británicos, jamás serán argentinas por mucho que se adoctrine a los pibes porteños con la legítima posesión del archipiélago. La cuestión soberanista se puede argumentar y explicar desde varios prismas según la parte afectada. Argentina se siente amputada y hace del llanto patriótico un catecismo nacional que a veces roza lo ridículo; ¿pregunten cuantos argentinos estarían dispuestos a vivir a unas islas donde el viento te vuelve loco y no puedes abrir una ventana en meses? El Reino Unido ha sabido dar marco legal a los territorios heredados de su vasto imperio colonial. En resumidas cuentas, las joyas de la corona casos de Gibraltar y las Falklands, están inteligentemente definidas en lo ejecutivo y legislativo para que su extirpación legal sea prácticamente imposible por muchas pataletas que esgriman los gobiernos argentinos o españoles. Las Malvinas están fuera de los presupuestos ingleses; son autosuficientes y al igual que La Roca, cuentan con una constitución ex profeso; e incluso se han adaptado al derecho marítimo internacional con su zona marítima exclusiva que ya están explotando en forma de licencias de pesca y prospecciones. En resumen, no le cuestan un penique a su majestad. Algún día deberían exponerse las complejas razones por la que éstas sí tienen zona económica exclusiva y Canarias no. Una hábil maniobra que les concede un estatus de indefinición; de cuasi estado archipielágico donde sólo las competencias en defensa descansan sobre Londres; y ya solamente por esa última razón es por la que los argies la llevan clara. Otra intentona militar como la protagonizada por la Junta en 1982 contra uno de los ejércitos más profesionalizados del mundo sería un gran error de cálculo. Y es que a día de hoy y apenas renovado, el ejército argentino no pasa de ser un reliquiario de material militar desfasado de los años sesenta y setenta. Los argentinos, gobernados desde hace décadas por la corrupción y el populismo parecen empeñados en repetir una y otra vez errores anteriores. Un país infectado por el peronismo; abonado al culto de la personalidad de los vividores que tradicionalmente los presiden: ya sean Galtieri, Menem o ahora una señorona enjoyada autoproclamada la nueva Evita Perón; y es que sólo falta Maradona, y si no, tiempo. Dinastías doctas en distraer la atención del caos social con la vieja receta de la exaltación del espíritu nacional que ha provocado la diáspora argentina a media Europa. ¿Un acto populista como reabrir el conflicto del Atlántico sur es todo el bagaje político que esta señora chapada en oro y Gucci puede ofrecer a su deprimida nación? Aparte de las ovejas, los pobladores de las islas tienen muy claro que sólo desean ver ondear sobre sus cabezas la Union Jack batida al viento del Atlántico Sur y no la albiceleste. Las agresiones verbales de la presidenta Kirchner; los bloqueos portuarios; y el cierre del espacio aéreo argentino a los vuelos con destino a las islas, no harán sino redundar en el espíritu británico de sus pobladores [kelpers]; en la consolidación de la presencia militar inglesa; y en la desconfianza hacia Argentina.