MIRADA PROPIA >

Las otras cosas > María Vacas Sentís

Hoy me niego a hablar de la devoradora crisis, de los saqueadores del horizonte, de esas ratas apocalípticas que van royendo incansables nuestra tranquilidad y alegría.

Estoy harta del alud cotidiano de malas noticias; cansada de la incertidumbre, de los despidos, de la injusticia; hastiada de las siniestras comparecencias del trío de los viernes, de la deuda y de su hermanito siamés el déficit; de que me roben por vía regular; de tanto loco suelto dirigiendo todo un país hacia la ruina. No me da la gana de que estos grises vampiros del pensamiento único me inmunicen ante el dolor y me lleven de forma programada a la pesadumbre.

Hoy prefiero hablar del milagro diario de poder ver entre edificios un cachito del cielo; porque se acerca otro verano más y ya pronto hundiré mis pies en la arena húmeda y me lanzaré a la luz del sol, viendo rumbear las olas; o del tranquilo placer de tomar café en una terraza mientras la gente pasea sus perros y sus carritos de niño, recorriendo escaparates, caminando a paso lento, perdiendo o ganando el tiempo. Quiero pensar en mis flores favoritas, enredarme en las buganvillas que atrapan la mirada, en jardines, calles y patios. O en el placer de llegar por fin a casa, descalzarme y sentirme a gusto en la propia piel, como en puerto seguro. Regar las plantas y recrearme en sus hojas nuevas, en las rojas, en las amarillas, mientras la música se expande, toma cuerpo y colorea todos los rincones. Encontrar todas las cosas en su sitio, el libro preferido, la radio pequeña, los afectos tranquilos. Prefiero alegrarme con los niños, con sus preguntas y su sorpresa abierta a la vida, su energía, sus correteos, sus prioridades exactas y sus verdades desnudas. Y fotografiar cada instante en que vuelvo a abrir los ojos, me levanto de la cama y sigo viva, abrigada por la confortable rutina, sin sobresaltos. Y en invierno reposar en el sofá panza arriba con un libro en la mano bajo mil mantas.

Y cuando llueve escuchar bien refugiada su vivificante tamborileo. Y pasear por el monte y sentir la hierba bajo los pies, y dormir la mañana del sábado a pierna suelta, y observar cómo el sol atraviesa el verde de las hojas en un parque, y escuchar el correr cantarín del agua. Y saborear la vida acompañada de familia, amigos, buena comida y vino. Y en una catedral contemplar extasiada los colores brillantes de una vidriera, y llorar y reír a oscuras en una sala de cine. Y advertir a diario lo inabarcable del conocimiento. Y dar con un hallazgo del pensamiento-sentimiento entre las hojas de un libro. Y en un álbum de fotos añorar a más gente cada día, y sorprenderte del vértigo sordo del tiempo.

Quiero alegrarme con las cosas pequeñas porque somos tan insignificantes y estériles como las cosas y mucho menos duraderos; átomos desorientados e inconexos perdidos en tontas batallas.

Quiero disfrutar todas las pequeñas cosas y permanecer bien atenta al deslizar de la vida, aunque algunos pretendan exiliar los sueños.

mvacsen@hotmail.com