nombre y apellido >

Lise London > Luis Ortega

La negra evolución de la crisis, la cascada de medidas polémicas, los silencios criticados y los voceros sin crédito no permiten disfrutar de las sensaciones recientes ni tampoco de las nostalgias. Con esa situación, guardo artículos y libros para el relativo sosiego de los fines de semana, donde las pasiones se refugian en el fútbol. Aunque su muerte ocurrió el 21 de marzo, en base a un texto de Santiago Carrillo, camarada y coetáneo, traigo a la esquina a la última brigadista internacional, Lise London (Elisa Ricol, de soltera, hija de españoles y combatiente en los frentes del Ebro, Madrid, Jarama, Guadalajara, Brunete y Teruel). En los últimos años, residió, con problemas de salud y una memoria intacta, en un centro mantenido por el estado francés, para acoger a las víctimas de los totalitarismos. Fue la única superviviente del movimiento romántico que, desde las democracias occidentales, y con treinta y cinco mil personas, respondió a la indiferencia de los estados ante el desastre civil que sufrió España, ensayo de futuros horrores. Lise (1916-2012) compartió con su esposo, Artur London la utopía y el riesgo en una guerra perdida, la resistencia contra el nacional-socialismo en Francia, las privaciones y torturas en los campos de exterminio nazis y, como remate, la vuelta de tuerca del estalinismo que traicionó “todos los principios” por los que habían luchado, “todas las metas soñadas”. Detrás de todos esos episodios de los que jamás se arrepintió y que, “si pudiera volvería a repetir”, estuvo un amargo epílogo. Su marido y padre de sus tres hijos, de origen checo, fue reclamado por el Partido Comunista de este país para ser viceministro de asuntos exteriores pero, entre 1949-1950, en medio de la violenta purga stalinista, que retrató al tirano en toda la URSS, fue detenido, chantajeado y torurado.

Este capítulo fue narrado con solidez y desgarro por Costa Gavras y estrenado en 1970, entre un acre debate de una crítica politizada que, de una parte le acusó de atacar a la derecha y, de otra, a la izquierda. El director griego, como siempre, se limitó a denunciar el totalitarismo y pasada la maniquea polémica fue una obra de referencia, por sus valores objetivos y la espléndida actuación de Yves Montand y Simone Signoret, pareja en la vida y en el cine. Peso esa es otra historia. Ahora recordamos a una singular mujer que, desde que tuvo conciencia, luchó por la libertad de Europa y dejó ese arriesgado testamento a las nuevas generaciones.