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Lo fundamental más allá del café > Manuel Iglesias

El Consejo de Ministros de ayer ha aprobado la reforma sanitaria que incrementa los conceptos del copago farmacéutico e introduce el mismo para una parte importante de los pensionistas, lo que como es lógico ha traído muchas polémicas y reflexiones al respecto.

También en esta misma semana el jefe del Gobierno español, Mariano Rajoy, durante su viaje a Colombia, ha hecho unas declaraciones en las que ha dicho que confía en que los españoles entiendan el esfuerzo que se les pide, al afirmar que “en este momento no hay dinero para atender el pago de los servicios públicos”.

A veces sucede que en el fragor de la discusión se habla mucho de lo superfluo o colateral, pero poco del meollo y en este caso hay que situar entre lo básico marginado, esa afirmación de que no hay dinero para atender el pago de los servicios públicos. Se trata de una declaración tan importante, que sorprende que el debate se haya trasladado al café como unidad de medida del gasto, por unas infortunadas palabras del secretario nacional de Sanidad y Asuntos Sociales del PP, José Ignacio Echániz, sobre el costo de la reforma.

Ante las palabras de Rajoy, la posición inicial es decidir si lo que dice es cierto o no. Y parece que sí, que no tenemos para pagar los servicios públicos. Definido esto, la consecuencia lógica es que una situación así no se sostiene y el sistema se desploma si no se hace algo, que es una conclusión lógica: algo hay que hacer.

El Gobierno propone esta reforma y quienes la adversas dicen que no es esa solución y que existen otras medidas posibles. Vale, Pero el problema es que no las ponen sobre la mesa para el debate o las inventan sobre la marcha acercándose a las del tipo de que los marcianos nos regalen su oro, es decir, originales pero imposibles de materializar.

En este caso hay un lado positivo. El dinero que tendremos que abonar en el copago farmacéutico va a sostener el mismo servicio del que nos estamos favoreciendo. No es una carga que se establece para subvencionar otra actividad, sino que se dirige a mantener la prestación que uno recibe, lo cual tiene un componente a valorar en este tipo de acciones. Se paga parte de los medicamentos, para que sea posible mantener la otra parte que facilita el sistema.

No gusta nada una forma de gobernar que quita situaciones adquiridas para empeorarlas, pero si no vemos algo mejor, no utópico y aplazando el problema para llevarlo a peor, como hizo el Gobierno anterior, sino como solución factible, hay que considerar que tendremos que aceptar lo que tan poco nos complace.

Y no dejemos a un lado la reflexión inicial: No hay dinero para atender el pago de los servicios públicos. O hacemos un poco ahora o, si el sistema quiebra, la sanidad sólo la van a poder pagar los ricos. Y dicho eso sin demagogia, sino como una verdad amenazante.