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Matrículas y becas > Alfonso González Jerez

En un gesto de amabilidad para con la recién creada comisión de reforma universitaria, el Ministerio de Educación y Cultura ha decidido un descomunal aumento de las tasas universitarias que superará el 60% nada menos. Esta decisión ha sido precedida -según es costumbre en este Gobierno- por varios globos sondas y críticas desnortadas y un pelín escandalosas sobre la situación de la Universidad en España, salpimentadas por nuevos errores del señor Wert, como ese tan simpático de que en España funcionan más universidades que en California (es California la que tiene casi el doble de universidades que España). Después de este fenomenal recorte cualquier propuesta reformista queda casi inmediatamente desarmada. Y no porque no existan problemas estructurales urgentes en los centros universitarios españoles (la hiperburocratización, la fusión o cooperación entre los campus, el estímulo a una investigación universitaria desequilibrada y escasamente competitiva y en general la optimización de los recursos disponibles) sino porque la voluntad de cambios razonables queda hipotecada por las frankenstenianas amputaciones presupuestarias. Un ejemplo está en la relación perfectamente comprobable entre la asignación presupuestaria estatal para I+D+i y la excelencia de la oferta universitaria en Europa y Norteamérica: las mejores universidades prosperan en países cuya inversión en investigación y desarrollo iguala o supera el 2,5% del PIB. En España ese gasto apenas ha llegado a 1,3% del PIB y, por supuesto, ha recibido el correspondiente zarpazo en el proyecto de presupuestos generales del Estado.

Wert y su equipo no se conforman con aumentar brutalmente el coste de las matrículas. Añaden a esto la caricatura de una comunidad universitaria trufada de becarios panzudos que reciben una ayuda del Estado que poco menos se gastan en fiestas y vino. A pesar de su relevante crecimiento en los últimos años -los años del maldecido Rodríguez Zapatero- el gasto del Estado en España en becas y ayudas para estudiantes universitarios está entre los más bajos de la UE. El ministro insiste en que las becas “deben otorgarse por el rendimiento académico y no solo por la renta familiar”. No sé de dónde sale este caballero, porque las becas en España también está sometidas a una exigencia de rendimiento académico. Su afirmación es incomprensible, salvo que Wert se refiera a las notas del estudiante durante la educación secundaria. Privilegiar el rendimiento académico previo del alumno como factor básico para acceder a una beca es pura regresividad social: el excelente estudiante de una familia de clase media alta la obtendría aunque sus padres pudieran abonarle cómodamente matrículas, libros y academias.

Wert ya ha dictado los límites de la reforma: son económicos, presupuestarios y socialmente regresivos. La comisión, para matar el tiempo, puede tomarse algo.