la claqueta > fran domínguez

No hay ira sin furia

La mitología clásica ya se encuentra de nuevo entre nosotros, aunque maleada y distorsionada por los guionistas de turno -insistimos, como si no fuera ésta por sí misma la mar de atractiva y apasionante-. Después de sufrir hace escasos meses la última aportación a la causa del peplum postmoderno, ese bodrio kitsch, mal deudor de 300, llamado Inmortals, nos llega ahora la esperada Ira de titanes, continuación de Furia de titanes, franquicia con visos de consolidarse como saga. Aparte del aliciente añadido de ver los paisajes del terruño (Las Cañadas, la costa de Arico…) y de intentar atisbar el hocico de algún conocido que sale como extra -cuestión harto imposible, dicho sea de paso-, el filme presenta mejores credenciales que su antecesor en lo que al apartado tecnológico se refiere.

Hagamos memoria: Furia de titanes apareció justo con la eclosión del 3-D de James Cameron y su Avatar, pero se subió tarde a esta guagua y se reconvirtió al mundo de la tridimensionalidad sobre la marcha, con unos resultados desastrosos. Sin embargo, Ira de titanes se ha servido ahora adecuadamente de este vehículo para lustrar un producto que deviene en puro entretenimiento, con una historia que no da mucho de sí y que resulta bastante previsible (lo propio de estos casos). Sam Worthington, otra vez en la piel de un Perseo en ayuda de su voluble padre, el dios Zeus (Liam Neeson), que es engañado por su maléfico hijo Ares (Edgar Ramírez) y por su pérfido hermano Hades (Ralph Fiennes) para someterlo en el Tártaro. Culebrón épico dirigido por un Jonathan Liebesman que pasó de un plumazo de grabar alienígenas invasores a filmar ocupantes del Olimpo, y que aquí demuestra su pericia en escaramuzas y batallas, sazonado todo con cíclopes, químeras y demás bichos.

Quédense de la película, por su espectacularidad y porque nos toca de cerca, con ese gigantesco Cronos chamuscado saliendo del inframundo por el mismísimo cráter del Teide, usurpándole de paso el puesto de nuestro Guayota. Para una postal…