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No sin mi móvil > Conrado Flores

El instituto de enseñanza secundaria Pottsdam Middle, en Pensilvania (EE.UU.), ha prohibido a sus alumnas calzar esas botas altas y peludas que están ahora tan de moda entre las jóvenes. La norma es clara: ninguna de ellas podrá acudir a clase con ellas puestas.

La raíz del problema está en que el alumnado del centro, como ocurre en casi todos los centros de secundaria españoles, no puede llevar su teléfono móvil a la escuela y estas botas son ideales para llevarlos pegados a la pantorrilla sin que se noten. En este instituto están tan hartos de revisar -y encontrar- móviles dentro de las botas de sus adolescentes que han terminado por prohibirlas. Anteriormente, los bolsillos, los calcetines y los sujetadores eran los lugares más utilizados para saltarse la norma pero a ver quién es el guapo que se atreve a prohibirlos.

Como ocurre en casi todos los centros de secundaria españoles, los padres están muy enfadados con el centro porque consideran que se trata de una medida excesiva y que estas absurdas prohibiciones suponen para ellos un sinfín de quebraderos de cabeza. Además, opinan que si sus niñas no pueden ponerse botas ni prendas con bolsillos, ¿qué demonios van a llevar a clase? ¿Chanclas?

Según la dirección del instituto en cuestión, sus alumnos utilizan el móvil para enviar mensajes de texto (SMS, WhatsApps) y postear en las redes sociales, en ocasiones incluso dentro de las aulas y durante las explicaciones del profesorado. Asimismo, como ocurre en casi todos los centros de secundaria españoles, también los utilizan para navegar por Internet, para jugar, para ver vídeos y para escuchar música.

Todos ya sabemos, en casa y en el centro educativo, que son adictos al móvil. Están enganchados. Sin él se sienten perdidos, inseguros y tienen la sensación obsesiva de que se están perdiendo algo. Sólo pensar que no podrán leer al instante un “k psa loka t veo n la kncha”, les arruina el día. Es la cultura del “ya” y del “ahora”. Por eso cada vez nos cuesta más venirles con eso de “estudia ahora para el futuro”. ¿Futuro? Asume que tus hijos son entes a un móvil pegado y protesta tú también, como ocurre en casi todos los centros de secundaria españoles.