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Noches de carta

Durante la excursión al Museo de la Carta, los pequeños podrán participar en talleres y juegos. / DA

DIARIO DE AVISOS | SANTA CRUZ DE TENERIFE

El Organismo Autónomo de Museos y Centros organiza, desde hace ya varios años, acampadas nocturnas infantiles, de viernes a sábado, en algunos de sus centros museísticos.

La iniciativa surgió en el Museo de la Ciencia y el Cosmos y, posteriormente, debido al éxito de esta actividad, las acampadas se han incluido también en la programación didáctica del Museo de la Naturaleza y el Hombre.

Este año, como novedad, los más pequeños podrán disfrutar también de esta experiencia en la sede de Casa del Carta del Museo de Historia y Antropología de Tenerife, que acoge en sus jardines, desde el pasado 20 de marzo, la exposición denominada El Jardín de jauja, una interesante instalación museográfica que pretende transportarnos al País de Jauja o País de Cucaña. La Casa de la Carta está ubicada en Valle de Guerra. El edificio se distribuye en dos plantas, organizándose alrededor de sendos patios. Posee un muro almenado, un zaguán precedido de un arco de cantería y un patio principal.La c asa se reparte en dos zonas respecto al patio. Tiene un área noble, con diversas habitaciones, un salón y una galería orientada al Norte. El área de servicio se organiza en torno a un segundo patio orientado al Sur, donde está la cocina, la bodega y las dependencias de la servidumbre. En esta parte de la casa se ubica el aljibe y desde aquí se extienden los antiguos campos de cultivo y otras construcciones relacionadas con dicho uso.

En las acampadas pueden inscribirse niños de entre seis y catorce años y hay un máximo de participantes de veinte. Con el precio, 30 euros se incluyen el desayuno y el almuerzo. Los pequeños que decidan participar tendrán que llevar su propio equipo de exploradores: mochila, ropa cómoda y abrigada para dormir, una muda de ropa y un abrigo, cepillo de dientes, dentífrico y toalla de mano, linterna, cena y dos botellas de agua pequeñas, así como un saco de dormir y el aislante y una camiseta que se pueda ensuciar para los talleres.

Los intrépidos que se decidan a formar parte de esta acampada se convertirán esa noche en los custodios de lo que el museo alberga. Quizás vengan de un colegio, colectivo o asociación y sean ya grandes conocidos, o, a lo mejor, sólo comparten la emoción de pasar una noche en el museo, acercándose a historias, tradiciones, costumbres, oficios y objetos de otro tiempo. A la mañana siguiente, tras el desayuno, abrirán las puertas de la que ha sido su casa durante una noche. La luz del día favorecerá entonces otras actividades y, una vez almorzados, tocará despedirse de nuevas amistades.