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Razones para ir (o no) al Heliodoro> Luis Padilla

No creo en el Tenerife. En este Tenerife, aclaro. El equipo blanquiazul ofrece demasiadas señales de descomposición como para hacerle caso a lo que dicen la realidad y la tabla clasificatoria: tiene un punto de ventaja sobre el Oviedo (un mediocre Oviedo, por cierto) y mañana se juega media temporada en su campo y ante su gente. Una victoria le dejaría virtualmente clasificado para las eliminatorias de ascenso y hasta un empate podría bastarle, pero la confianza que genera este grupo es próxima a cero. Aún así, ¿puede ganar el partido? Pues sí, pero siempre por una circunstancia más ligada a la suerte (una acción aislada, una jugada a balón parado, un gravísimo error del rival, una decisión arbitral…) que al fútbol.

RAZONES PARA NO IR. Este Tenerife es desesperante. No juega a nada. No ha tenido fútbol durante la temporada y ahora tampoco tiene intensidad. Ni condición física suficiente para tirar de raza más allá de unos minutos. Ni confianza. Ni ambición. Ni atrevimiento. Ni siquiera dispone de algún jugador con un punto de inconsciencia, un mínimo de locura que permita fabricar un clima de complicidad con la grada, siempre dispuesta a sumar por poco que se le ofrezca. A cambio, el grupo padece un bloqueo mental que le impide encontrar soluciones individuales o colectivas. En su momento, la plantilla, enfrentada con el técnico, se aflojó más de la cuenta. Y ahora que sí quiere, no puede. Porque sobra presión y ansiedad… y sigue faltando fútbol: la mayoría de los jugadores han ofrecido este curso la peor versión de su carrera y en este tramo final están mostrando, además, su peor versión de la temporada. Porque este Tenerife no sólo es blando defensivamente, sino que, cuando tiene la pelota, es incapaz de generar ocasiones de gol y apenas crea situaciones de ventaja porque no tiene capacidad de desequilibrio en ninguna zona del campo: ni un central con jerarquía para romper desde atrás, ni un mediocentro con criterio y/o paciencia en la elaboración, ni desborde por las bandas, ni un mediapunta (desaparecido Luismi Loro) que vea líneas de pase en el balcón del área enemiga, ni un delantero que sea capaz de sacarse goles de la nada. Además, asolado por las dudas, el grupo carece de la necesaria fortaleza mental para sobreponerse a los reveses que pueden surgir durante un partido. Y atenazado por los nervios, este Tenerife, este desesperante Tenerife, también es incapaz de sacar rédito de las situaciones favorables que a veces le traen la fortuna (que no el fútbol) o el pésimo nivel de los adversarios.

RAZONES PARA IR. Juega el Tenerife.

P.D. Mucho me temo que mañana, pese a la perspectiva de una mañana soleada y un día de playa, a las doce estaré en el Heliodoro. Y animaré a los once sujetos que Quique Medina tenga a bien alinear con camiseta blanca y pantalón azul. Porque, me guste o no, ellos representan ahora al Tenerife.