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Rectificar es de sabios > Leopoldo Fernández

Pese a la naturaleza volcánica de las Islas, el canario no suele tener carácter fuerte, explosivo o temperamental, ni es fácilmente excitable. Por el contrario, su fama le circunscribe a comportamientos tranquilotes, flemáticos, melindrosos incluso. Lo que en el fondo es bueno y constata que la parsimonia y el aplatanamiento -si se prefiere decir así- son una bendición del cielo y retratan la bonhomía natural del isleño que es, además de signo distintivo, prueba de talento y voluntad. Pero, ¡ay cuando al canario se le provoca en algunos de sus sentimientos más acendrados y se estimulan las pasiones que anidan en un pleito insular cerril y desconsiderado! Entonces la bondad y la benevolencia pasan a mejor vida y el talante se ata a los postulados más retrógrados del insularismo inmisericorde. Así acaba de volver a pasar ahora por la muy mal planteada, y peor explicada, centralización en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria de las preinscripciones y matriculaciones de alumnos de las dos universidades canarias. Únase a ello el aberrante exceso de pasión de algunos medios informativos fáciles a la exaltación de lo propio y proclives a ver amenazas en cualquier medida ajena y se tendrá el cóctel perfecto para el desenfreno y la desproporcionada reacción política y periodística. Aunque en este caso es verdad que la mentada concesión no se le ocurre ni al que asó la manteca. Hay que ser muy torpe -políticamente hablando, se entiende- para fijar un único centro a dichos efectos administrativos cuando aún no se entienden informáticamente las dos universidades, ni tampoco se ha implantado -está previsto para el curso 2012-13- el distrito único universitario creado por decreto en junio de 1994, si bien tanto en La Laguna como en Las Palmas las dos universidades ya se coordinan en asuntos de calendario y normativa. Lo que el espíritu de ese decreto estimula no es la centralización de preinscripciones y matrículas, sino la unificación de impresos y solicitudes para cualquier titulación, sin perjuicio de la autonomía de cada cual, y de las normas y los procesos que rijan, así como de la coordinación gubernamental, a través de la Consejería de Educación. El campus debe seguir adelante, en beneficio de todos; pero su gestión y puesta en marcha ha de hacerse con especial cuidado cuando se pueden atizar tantas sensibilidades y flaquezas insulares. De hecho, ambas universidades, con sus rectores a la cabeza, se entienden perfectamente en asuntos de común interés y trabajan en un campus de excelencia que, es de esperar, pese a la falta de medios, rinda grandes frutos en el terreno de la investigación y la innovación.