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Tormentas solares > María Montero

Cada vez con mayor frecuencia escuchamos o leemos impensables pero ciertas noticias respecto a las denominadas explosiones solares o tormentas solares. Vivimos en un universo que alberga un sistema solar, donde hay, además de los planetas identificados, planetas de reciente descubrimiento y planetas y estrellas aún por descubrir. Y algo está ocurriendo con el Sol, pues las precipitaciones solares, y la aceleración de sus partículas hacia la Tierra, alguna repercusión tiene que tener para la vida humana y en su conciencia, incluso en su pensamiento. Los humanos somos pequeños ciudadanos en un sistema vital que pareciera ilimitado, y en este campo, algo interesante son las comunicaciones. Siempre se ha inspirado esperanza sobre la vida fuera de la tierra o extraterrestre, y si existe la manera de comunicar con alguna forma de vida inteligente, si tenemos tecnología suficiente, si la tendremos algún día,y si alguna civilización ya nos observa desde algún lugar de la galaxia… Mientras tanto, en la vida humana desarrollamos amplios espectros de pistas o espacios en materia de telecomunicación. Con toda la maravilla que conllevan nuestros avances, pero también con toda la polémica que suscita la forma en cómo empleamos los sistemas de comunicación. Se ha debatido ampliamente el efecto de los teléfonos móviles sobre las ondas cerebrales, y me resisto a creer que no exista un solo sistema que neutralice el impacto de ondas dañinas para la salud, además del reconocimiento de la indebidas ubicaciones de diversas antenas, repetidores de telefonía, situados cerca de colegios, viviendas o núcleos de población que reciben el impacto directo de estas ondas de frecuencia. Y si amplío el espectro comunicativo, he de referirme a las radios, radares y sistemas de transmisión de alta frecuencia. Pero la polémica se activa cuando se pone en conocimiento a nivel mundial que los transmisores de alta frecuencia(HF) son utilizados para modificar temporalmente la ionosfera. El sistema HAARP (programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia), financiado por la fuerza aérea y la marina de Estados Unidos, estudia las propiedades de la ionosfera, y avances tecnológicos para favorecer las radiocomunicaciones y la vigilancia de misiles. La estación HAARP, en Alaska, contiene desde 2007 una red de 180 antenas que transmiten señales al cielo a una altitud de 350 kilómetros. Así se observa la interacción entre la Tierra y el Sol. En 2002, el Parlamento de Rusia y el comité de defensa difundieron que Estados Unidos creaba armas de carácter geofísico que podían influir en la troposfera con ondas de radio de baja frecuencia. En el fondo, se estaba apuntando a la posibilidad de que las ondas de radiofrecuencia producidas por el HAARP puedan provocar efectos como terremotos, inundaciones, sequías, tormentas y huracanes. En 2010, físicos rusos relacionaron este proyecto americano con la intensa ola de calor rusa, y proyectaron sobre éste el poder de un arma capaz de modificar el campo eléctrico y provocar cambios climáticos a nivel mundial. Su equivalente es un proyecto ruso, pero 50 veces más potente que el americano: el SURA, situado en el centro de Rusia. Desde EE.UU. se culpa a los rusos del huracán Katrina y de perturbaciones meteorológica y control de satélites espaciales. Después, pienso en el espectro de las licencias de radio en Tenerife y la saturación de pistas y una posible ampliación de las mismas. Pero no sé si esto es posible, y si alguna vez hubo un acuerdo político real, o si cada radio tinerfeña obtendrá pista legalmente. Sí quiero pensar que España y Canarias están libres de traficar con ondas de radio en todos los espectros posibles.

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