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Un fraile recopila las hierbas, ungüentos y jarabes de antiguos capuchinos

Los capuchinos y las hierbas medicinales de Fray Valentí Serra de Manresa. | DA

PACO NIEBLA (EFE) | Barcelona

Tienen fama los antiguos enfermeros franciscano-capuchinos de ser maestros en el uso terapéutico de hierbas medicinales, ungüentos, tisanas, jarabes y licores balsámicos, y uno de ellos, fray Valentí Serra, ha decidido publicar esta sabiduría en el libro “Els caputxins i les herbes remeieres”.

“En estos tiempos de crisis, en los que hemos de regresar a la austeridad, es más necesario que nunca conocer los beneficios de las plantas”, ha dicho a Efe fray Valentí Serra i Fornell (Manresa, 1959), archivero del convento capuchino de Sarrià en Barcelona.
El libro lo acaba de publicar Editorial Mediterránea en su colección “A la capuchina”, en el que divulga temas no confesionales que tienen interés para personas ajenas a los asuntos monásticos.

Tras bucear en archivos y bibliotecas, Serra ha cosechado sesenta hierbas con sus aplicaciones, 25 recetas para hacer licores, bálsamos y ungüentos y cincuenta fórmulas con productos naturales.

Una cataplasma para los ojos hecha con malvas, otra para el dolor de muelas a base de harina y vinagre, una limonada para atajar los vómitos, un jarabe de licor de menta para el dolor de barriga o una receta con vinagre contra los efectos de las setas venenosas, son algunas de las fórmulas inéditas que revela el fraile capuchino.

“Son recetas que nunca hasta ahora habían salido de los conventos, y lo he hecho porque creo que es necesario recuperar esta tradición y un patrimonio tan rico de los siglos XVII y XVIII, que, además del interés práctico por el valor de la medicina alternativa, permite no abusar de la química de los fármacos”, ha dicho el autor.

El religioso capuchino ha defendido que una buena tisana de hierbas o un hervido de flores pueden muchas veces sustituir en las pequeñas afecciones una píldora farmacéutica, y ha reconocido que, aunque las fórmulas que publica tienen contrastada efectividad y están experimentadas, también hay algunas que se acercan a lo “milagroso” en la creencia popular.

La congregación de los capuchinos aún cultiva en Sarrià para su uso interno plantas medicinales y para condimentar, y formulan sus propias recetas con productos naturales basados en los remedios que se idearon cuando las pestes y las calamidades asolaban a las clases más pobres que no podían pagarse un facultativo.

“Hace años no todo el mundo podía ir al boticario o al médico, y ahora parece que esto vuelve, por eso Dios nos dio las plantas”, ha reflexionado fray Valentí, que ha recordado que el ideario franciscano-capuchino es “vivir la naturaleza, la ecología”.

Tónicos, bálsamos, elixires, licores, cataplasmas o medicinas preparadas por los frailes capuchinos siempre han tenido, además de su valor terapéutico, el supuesto valor añadido que aportaba su origen ya que eran preparadas en un entorno acompañado de plegarias, recuerda en el prólogo del libro Miquel Ylla-Català, miembro de la Real Academia de Farmacia de Cataluña.

Fray Valentí Serra reivindica la aportación histórica a la farmacopea de los preparados capuchinos ya que en todas las comunidades había al menos un religioso especializado, y recuerda el caso de fray Tomás de Sant Miquel Ses Perxes, quien en 1765 indignó tanto a los apotecarios de Sant Celoni (Barcelona) que estos escribieron una protesta al ministro provincial para pedirle que prohibiera el suministro de medicinas desde el convento porque les estaba arruinando.

Entre las hierbas medicinales más empleadas por los capuchinos, Valentí Serra destaca los ajos (que curan las lombrices y favorecen la digestión), la albahaca, el perejil y los berros (diuréticos), la borraja (que alegra el ánimo), la manzanilla (para el dolor de barriga), los helechos (para cicatrizar llagas), el tomillo con miel (para problemas respiratorios), el orégano (contra hinchazones), el poleo (que mata las pulgas), el romero (para la tos) o la salvia (tónica y estomacal).

Los elixires y bálsamos recopilados en el libro son complicadas fórmulas con múltiples ingredientes y como ejemplo el quizá más que tradicional licor estomacal capuchino que se hace con orégano, naranja, poleo, hinojo, ruda, menta, comino, maría luisa, marrubio, escabiosa, malvas, mejorana, ajenjo, rosas, manzanilla, tomillo, borraja, flor de naranjo, claveles macho, nuez moscada, canela y peladura de naranja, todo en diferentes proporciones.

Un vino antidiabético, un ungüento de tabaco para la tiña, polvos para curar fístulas, onzas para purgar el vientre o un remedio para las quemaduras con orines de cerdo son otras de las recetas capuchinas naturales que se ofrecen en primicia en el libro.