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Lorenzo Olarte: “Vivo con una pensión de 960 euros y voy a tener que vender”

LORENZO OLARTE
"Cuando me preguntan e la calle, respondo que soy un político de los de antes”. / DA

CARMELO RIVERO | Santa Cruz de Tenerife

Lorenzo Olarte vive con 960 euros de pensión. “Tengo que vender todo lo que pueda para vivir mejor el tiempo que me queda”, afirma a punto de cumplir 80 años. Cuenta que no quiso ser ministro y que renunció a ser embajador en Venezuela.

-¿Cómo está económicamente?

“Mal. Muy mal. Y no me avergüenza decirlo. Tengo algunas propiedades y, si van al registro, comprobarán que cada una nace de una hipoteca, no de poner la mano, como han nacido las de otros políticos. Estoy pasando momentos duros. Pienso que habrá una solución porque venderé para vivir mejor el resto de mi vida”.

-¿Qué va a vender?

“Pues todo lo que pueda. Una casa en Madrid y otra aquí. La familia me lo ha pedido, porque yo era el único que se resistía. Soy secretario judicial jubilado y tengo derecho a 960 euros mensuales. Autorizo a quien me lo pida a que compruebe en mi cuenta corriente en la caja de ahorros que Lorenzo Olarte tiene una pensión de 960 euros mensuales. Hubo algún organismo de mi vida política que no cotizó”.

-¿Quién es; quién ha sido Lorenzo Olarte?

“Pues, Lorenzo Olarte ha sido un ser humano que ha salido por el mismo sitio que salen todos los seres humanos de las mujeres. Igual a los demás”.

-¿Recuerda cuando se le ocurrió plantear que Canarias debería adoptar el estatus de Puerto Rico de Estado Libre Asociado?

“Yo estaba cabreado porque Felipe González no me recibía [algo por el estilo a lo que le ha pasado hasta el otro día a Paulino Rivero con Rajoy] y entonces dije eso. Recibí una llamada de Madrid reprochándomelo. Y contesté: ‘¿Qué es más patriota, querer ser un Estado Libre Asociado o ser tratado como una colonia?’ Me recibió. Y hoy soy un gran amigo de Felipe. Después de Adolfo Suárez, ha sido el mejor presidente que ha tenido España. Suárez prestigió a España en el interior y Felipe en el exterior”.

-Rehén de sus palabras, usted dijo una vez que si Canarias tenía petróleo sería independiente. ¿Y ahora qué dice?

“Me parecería un poco raro que Soria apostara por la independencia de Canarias. Un porcentaje bastante amplio de la población está en contra de las extracciones. Como dice Román Rodríguez, no estaría de más convocar un referéndum”.

-Entonces, ¿Madrid va a saber lo que vale un peine?

“Ja, ja, ja… Eso lo dije poco antes de tomar posesión de la presidencia. Quise decir que cada vez que Madrid nos ignorase, o nos maltratase, o nos desconociese, o nos diese un trato colonial, iba a enterarse de lo que vale un peine”.

-¿Cómo le sentó al Rey que comparara La Zarzuela con La Moncloa respecto a Canarias?

“Yo dije que la distancia entre la Zarzuela y Canarias era de milímetros y que entre Canarias y La Moncloa era sideral. Un día, Su Majestad me dijo, delante de Pascual Salas, medio en broma, que lo había metido en un lío con Felipe González”.

-¿Por qué su afición por las palomas?

“Mi padre vino destinado de juez de instrucción a Puerto de Cabras [Puerto del Rosario], en Fuerteventura. Le dejaron poner un palomar en lo alto de la pensión. Mi madre pasaba largas temporadas en la finca de mi abuelo, que era gobernador militar de Canarias y había introducido las palomas mensajeras. Mi padre la iba a ver y se llevaba en una cestita cinco o seis palomas, y a las tres de la tarde, tras dictar sentencias, le enviaba mensajes de amor, que mi madre recibía a 30 kilómetros de distancia. No había teléfono. Estuvieron enamorados toda la vida. Con 80 años, él me decía sin soltarle la mano a ella: ‘¿Qué me dices de la mujer tan guapa con la que me casé?’ Solo había una cosa que acaso quería más: la carrera judicial. Franco lo echó sin un pliego de cargo. Luego regresó a la carrera: cuando vio que Franco no se moría, no tuvo más remedio que pedir el reingreso”.

-¿No le mandó usted a Solchaga y Borrell palomas con mensajes de amor en la famosa guerra del descreste arancelario?

“José Miguel González era mi consejero de Hacienda, uno de los hombres más inteligentes que he conocido, y me ayudó mucho en el pleno ingreso en Europa, porque con los socialistas existía un protocolo que era, por un lado, qué quieres que te diga y, por el otro, qué te voy a decir. El secretario del Consejo de Ministros, Virgilio Zapatero, me mandó una comunicación, amenazándome con que nos aplicarían el artículo 155 de la Constitución y nos retirarían la competencia si yo no desarrollaba el Tratado sobre el descreste de los arbitrios. Y me negué. Y reconozco que hice mal ocultándoselo a gran parte del Gobierno, por temor a que algunos se acobardaran y no me dejaran mantener aquel pulso, que gracias a José Miguel González, salió bien”.

-Cuando Cubillo sufrió un atentado en Argel, en 1978, usted era consejero de Suárez. ¿Qué pasó?

“Fue un crimen de Estado, que no se consumó en asesinato porque sobrevivió. Yo he visto una sentencia de la Audiencia Nacional donde se reconoce que fue un crimen de Estado. Supongo que ya ha cobrado la indemnización que le concedieron. También es cierto que él intentó asesinarme. Y un día me dio las gracias porque aporté dinero para que volviera a Canarias. No le guardo rencor. Era otro momento, de una España que estaba convulsionada. Y hay que olvidar, o aviados estamos”.

-¿Cómo es el canario?

“Bueno, tolerante, dialogante, pacífico, acogedor, entrañable…, el hombre. Y las mujeres, además, son muy dulces y muy guapas”.

-¿Saldremos de esta?

“Yo he gobernado siempre con crisis. La del petróleo, la de la reforma política era una crisis política y económica. Pero como esta no he vivido ninguna. La gente se me acerca y ha perdido la fe. Nunca he visto a la ciudadanía tan decaída como en el momento actual. Cuando me preguntan en la calle si soy político, suelo decir: ‘De los de antes’. El ciudadano le reprocha al político de ahora dos cosas: la corrupción y que no sean capaces de entenderse. En la España de Adolfo Suárez fue posible. En esta, no. Y eso es algo que no se lo perdono ni al PP ni al PSOE”.

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Una “buena memoria” y amnesia selectiva

“Suárez era un hombre de una gran intuición y mucho carisma humano y político. Puedo decirlo yo, que he conocido a gente con mucho carisma en el mundo, como Yasser Arafat, con el que estuve dos veces, y el papa Juan Pablo II”.

Así comenzó el expresidente del Gobierno canario Lorenzo Olarte el relato de su vida en el programa 30 minutos, de la televisión autonómica. En la transición jugó un papel clave en el seno de UCD y se convirtió en uno de los seis consejeros personales del primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez, su amigo.

Tras haberlo vivido todo en política, incluido un golpe de Estado (el del 23-F) y el asesinato de un secretario, con sus pertinentes travesías del desierto, asegura que tiene buena memoria y la suficiente amnesia para olvidar a quienes le dieron alguna puñalada, por lo que carece de resentimiento.

Aquí cuenta que está arruinado, en la práctica, pues carece de un sueldo digno, si bien posee algunas propiedades que confía que lo saquen del apuro. ¡Ah!, y sigue viajando a China, “en turista”, cuando reúne para el billete, de su bolsillo, empeñado en sacar adelante su último sueño: el de la plataforma logística insular con el continente de África.

-¿Usted qué edad tiene?

“Como dicen los canarios, dentro de los 80. El 8 de diciembre los cumplo”.

-¿Por qué se conserva tan bien [pese a su legendaria diabetes]?

“No he hecho pacto alguno con el diablo, porque hay un político que es casi el diablo y no he pactado con él. Es canarión, para tranquilidad de algunos políticos diablillos, que son chicharreros. El secreto radica, a mi juicio, en que he disfrutado del único robo de mi vida, una perla lagunera, que no pienso devolver: mi mujer, María. Yo he sido presidente de todo, menos de un sitio, mi casa, donde hay una presidenta”.

Olarte dedicó un emocionado recuerdo al notario Marcos Guimerá Peraza, fallecido a los 93 años y que deja una copiosa obra como historiador.

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“Franco clavó sus ojos en mí y yo desvié la mirada”

Lorenzo Olarte conoció personalmente a Francisco Franco.

-¿Qué impresión le produjo?

“Era un hombre mayor con el cutis muy terso, sin una sola arruga. Dicen que es propio de los que tienen párkinson. Tenía una ojos negros, negros, muy penetrantes. Una vez él clavó sus ojos en mí, estuvimos unos segundos mirándonos fijamente y yo desvié la mirada. Me pudo la mirada de Franco y pensé: ‘Este tío se está dando cuenta de que yo soy antifranquista’. Al fin y al cabo, yo era un infiltrado en el régimen. Hay muchas fotos en Las Palmas de las autoridades con el brazo en alto y el único que tiene los brazos caídos soy yo. Decían que Franco era muy preguntón. A mí me preguntó: ‘¿Cuántos habitantes tiene Telde?’ Yo no tenía ni idea, pero acerté: ‘Alrededor de 75.000’. Luego preguntó: ‘¿Qué problema fundamental hay en Canarias?’ El problema era en ese momento el hidráulico [las potabilizadoras]. El gobernador Martínez Cañabate, que era muy franquista, se puso nervioso: ‘Tenemos sed, mi general’. Y Franco pidió que le dieran un vaso de agua a aquel hombre. Creyó que tenía sed de verdad el gobernador”.

-¿Qué le dijo el anterior Papa?

“Primero estuvimos media hora a solas hablando de temas políticos y sociales. Después, otra media hora ya con la presencia de mi familia. Cuando me fui a sentar frente a él, [Juan Pablo II] con sus manos acercó el sillón para que estuviera a su lado. Yo me confundí y lo llamé Majestad, en lugar de Santidad, y él se sonrió. Luego me dijo una cosa que no puede repetir. A Fernández Ordóñez [ministro de Asuntos Exteriores con el PSOE, procedente de UCD], que era amigo mío, le pareció mal que yo hiciera aquella visita al Papa, un jefe de Estado, sin haber contado con su ministerio. El propio Ordóñez impidió que Juan Pablo II visitara las Islas con ocasión de una gira por África”.