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Buscar al culpable > Francisco Pomares

Hay quien cree que la victoria de Hollande en Francia puede hacer que las cosas cambien. Yo creo que no. Cambiará el discurso, pero la práctica va a ser muy parecida a la de todos los que gobiernan en Europa: más recortes y más impuestos. Dentro de unos años, si la crisis no ha pasado, Hollande saldrá del Elíseo como agua sucia, acusado por todos de ser el único responsable. Los pueblos pierden rápido la memoria y los gobiernos están demasiado preocupados por salvar su responsabilidad y no pasar a la historia como parteros de la bancarrota del Estado. Es hasta cierto punto explicable: a fin de cuentas es el Estado quien paga sus sueldos. Una de las causas del desengaño de la Democracia, es que a la clase política le preocupa más el Estado que quienes lo habitan. Y de ahí parte la gran confusión de esta crisis inagotable, la que origina una dirigencia convencida de que lo que hay que resolver son las cuentas del Estado, y no las cuentas de los ciudadanos. En Estados Unidos, quizá porque allí hay menos Estado que en Europa, se están aplicando medidas más próximas al sentir y el sufrir de los ciudadanos, medidas para que sean ellos quienes paguen sus hipotecas. Dicen que les va un poco mejor, aunque el problema crece para sus hijos, porque el déficit aumenta. Quizá ellos logren salvar de la crisis su propia democracia y cuando salgamos de esta cuneta de la historia, sigan teniendo un futuro.

Aquí, en la vieja y gastada Europa, la tendencia de todos los gobiernos es seguir recortando servicios y seguir aumentando impuestos. Es una receta que ayuda a cuadrar las cuentas públicas, pero que asfixia a la gente y abre la puerta al suicidio de la razón. Y esa puede acabar convirtiéndose en uno de los grandes retos: como impedir que la crisis aliente los radicalismos nacionalistas que han sumido a Europa en la guerra y la destrucción otras veces en el pasado.

Hoy parece que estamos muy lejos del colapso, pero hay algunos paralelismos entre la reacción de la humillada e intervenida Grecia que ha dado el ocho por ciento de sus votos a un partido filonazi y lo ocurrido en la Alemania de Weimar, cuando la inflación, el desempleo y las compensaciones por la Gran Guerra despertaron la bestia del nazismo.

Se trata, pues, de impedir que prospere la idea de que esto tiene un único culpable. Sea ese culpable Zapatero, sean los emigrantes o sea Madrid. Porque no es cierto: esta crisis es la consecuencia de un estilo de vivir del que hemos disfrutado durante dos décadas. Ahora pagamos los platos rotos. Y los que pueden, hacen todo lo que pueden por no pagar.