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Conductores > Salvador García-Llanos

Se ha jubilado Juan Felipe Ruiz Martín, conductor de presidencia del Gobierno de Canarias desde que Jerónimo Saavedra la ocupara en la primera legislatura, después de los comicios autonómicos y locales de 1983. Se mantuvo con sus sucesores y hasta experimentó lo que fue el retorno al poder de un político canario tras la investidura de 1991.

O sea, que Juan -que también hizo sus pinitos como concejal en Candelaria, allá por el primer mandato- ha sido un testigo privilegiado durante casi treinta años en el peculiar escenario autonómico. Cuando no había parque, y mucho menos, coches, él ya estaba ahí, entre Los Rodeos y la plaza Los Patos, entre el antiguo jet-foil y Vistabella. Conocedor sobrado de los atajos, de las curvas, de las autopistas y de las vías de servicio de las carreteras isleñas, especialmente las de Tenerife, ha conducido a los presidentes y a sus invitados con el temple y la seguridad de quien ha ejercido su oficio con un alto sentido de la responsabilidad.

Ha sido un ejemplo para otros compañeros que siempre vieron en él un modelo de saber estar, de cumplir con dignidad y solvencia no un cometido cualquiera, como puede suponerse, sino una función delicada en la que se requiere conocimiento del medio y destreza; pero en la que, además, es preciso atesorar otras cualidades que, sin duda, sustentan las exigencias inherentes.

Porque los profesionales del volante no solo deben serlo sino que han de reunir otros valores que empiezan por la confianza que sepan granjearse y siguen por la reserva o la discreción con que han de comportarse dentro y fuera del vehículo. Dentro, porque son oyentes de no pocas conversaciones directas o telefónicas con interlocutores de todo tipo, conocidos y no tanto. Puede también que de confesiones, gestos y sensaciones tras las que hay, debe haber, un natural manto de silencio. Y fuera, cuando termina el servicio o toca el día libre, a lucirlo y a mantener la compostura en todas partes, que ya se sabe lo fácil que prenden los dichos sobre los políticos y la gente que les rodea.

Juan, como tantos otros colegas, hace gala de su pericia y es consciente, igualmente, de lo que significa salir con el tiempo justo para que el jefe tome el avión o el barco; o para llegar a la hora programada de una convocatoria y sea necesario sortear todos los obstáculos que surgen en la carretera. Juan y sus compañeros están disponibles también para otras gestiones, hablan lo justo, soportan humores, visten a la altura y, sobre todo, están preparados para largas horas de espera, las que derivan de un retraso o un desvío del avión y las que suelen suceder a reuniones y actos que se alargan, a menudo hasta la madrugada y hay que estar allí hasta la despedida.

En cierta ocasión, antes de dejar la alcaldía del Puerto de la Cruz, compartimos un almuerzo que ofrecimos cuando, ya formalmente asociados, decidieron reunirse todos los conductores de Canarias en un domingo que dedicaron a sus esposas y parejas. Un día libre, casi increíble. Entonces, sin necesidad de juramentarse ni de hacer declaraciones u otras formalidades, renovaron su voluntad de ser profesionales ejemplares, leales, respetuosos y consecuentes. Ya se han jubilado unos cuantos de aquella cita de 2003. Ahora, casi diez años después, es Juan el que se incorpora a las clases pasivas. Verá pasar los coches, verá pasar más exjefes: a todos saludará y empezará a evocar media vida de episodios al volante. Episodios de la otra política.