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De carcas y progres > Carmelo J. Pérez Hernández

Entre tanto, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo”. Nos gusta idealizar a la naciente comunidad de los creyentes y a ello contribuye una lectura no crítica del libro de los Hechos de los Apóstoles. Ése mismo que hoy proclamamos en nuestros templo recitando este pasaje hermoso que es en realidad una declaración de intenciones, una pista sobre cuáles eran las prioridades que la Iglesia recién parida se planteaba como objetivo. Encontrar la paz, asentarse en la verdad, crecer en la fidelidad a Jesús y prolongar el anuncio de su Evangelio a cada vez más hombres y mujeres. En ésas estamos desde entonces. Hemos aprendido ya que la comunidad cristiana será siempre una tarea inacabada: cuando más seguros estemos de nuestras estructuras y de nuestros logros, será entonces cuando descubriremos que todo a nuestro alrededor está cambiando nuevamente y que eso exigirá de nosotros una tarea de desprendimiento y generosa creatividad para volver a empezar. Solo Cristo permanece, impulsando y sosteniendo esta tarea.

Creo yo que se equivocan quienes viven añorando tiempos pasados, convencidos y tratando de convencer a otros de que era entonces cuando el Espíritu de Dios nos había hecho aterrizar en la verdad plena. Se equivocan quienes creen que han puesto los pilares de la Iglesia o caminan sobre ellos. Esta construcción no descansa sobre pilar humano o histórico alguno, sino que tiene vocación de vivir sobre las aguas, escuchando el viento y corriendo tras él. Se equivocan éstos y quienes les permiten llevar el timón. Entiéndaseme: solo Cristo es para siempre.

Y también creo yo que yerran quienes se ven a sí mismos como los primeros en recorrer el camino de la verdad, olvidando que no son más que el eslabón de una cadena formada por miles de millones de nombres propios y decenas de miles de acontecimientos históricos que nos traído hasta aquí. Son éstos los que se sacan de la chistera una iglesia a la ridícula medida de sus cortas miras, avanzadilla de sí mismos, ciegos irresponsables que se buscan solo a sí. Progres se llaman aquellos a quienes llamarse cristiano les sabe a poco.

Pues eso. Así lo veo yo. Ni unos ni otros. ¡Y es tan cansino pensar y ver cómo otros y unos siguen copando aún portadas de los mentideros eclesiales! En estas cosas van entretenidos mientras la vida les mira al pasar y no ve en ellos nada de lo que prometió Jesús que sería su Iglesia. La diócesis está empeñada estos años en renovar su rostro, en ser más para servir mejor. Y la Iglesia universal prepara un año en el que repensarse para redescubrirse. De una vez por todas habría que proponer desde las más altas instancias que se instalen en la cuneta quienes no se quieran subir a este carro. Porque el que no apoya, estorba. Y tendríamos que abrir los ojos y el corazón a tantos, tantísimos, que desde su reconocida pequeñez tienen cosas que proponer, que decir, que enseñar… caminos nuevos que han ido recorriendo, a veces demasiado solos, con el temor a no ser entendidos y no ser respetados. El criterio para distinguir a unos de otros está claro, lo impone el Evangelio: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”, dice el Señor.

@karmelojph