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Despropósitos > Cristina Valido García

Es difícil para cualquiera explicar el momento social y económico que nos ha tocado vivir. Aún me resulta mucho más difícil expresar la impotencia y la indignación por una situación económica mundial que afecta a todas las personas, pero que sin duda, golpea con dureza a los más débiles. A los jóvenes, a los mayores, a las mujeres, a la clase media cuyo descontento por los recortes en materia de pensiones, sanidad y otras políticas sociales es ya palpable en las calles. A nadie se le escapa que el sistema en el que se basa nuestra estructura organizativa y administrativa, no funciona. Que ha llegado el momento de realizar reformas que conduzcan a no destruir el estado de bienestar que ha tardado años y me atrevería a decir que más de un siglo en asentar unas bases que, ahora, se tambalean. Y seguramente, a las familias, a nuestra gente, todo lo que ocurre en Europa ya les importa poco. Los problemas que han de enfrentar cada día no encuentra respuesta ni en el discurso que se impone desde el Banco Central Europeo o lo que promueve la propia Alemania en política económica, y en la senda del recorte sin apuestas por el crecimiento no sólo no encuentra respuestas sino que les empeora nos empeora el panorama a gran velocidad. Triste expectativa es la que se está dando a los jóvenes con formación suficiente para mejorar el rendimiento de cualquier empresa a la que lograrán incorporarse. La desesperanza en ellos y en cualquier parado se convierte en toda una enfermedad de la que cuesta recuperarse y para la que a fecha de hoy parecen no haber descubierto remedio. ¿O sí? ¿Puede que el remedio sea bien conocido pero no convenga? ¿Quizá esperan el momento más oportuno para mejorar sus resultados? Un vistazo a la prensa económica nos deja claro que algunos están haciendo negocio y resolviendo sus agujeros económicos gracias a la crisis. Sus malas apuestas inversoras se resuelven a base de dinero público que se recorta a la primera necesidad de las personas. Miles de millones menos para la atención social y miles de millones más para bancos mal gestionados e indemnizaciones a directivos de estas entidades. Uno de cada cinco jóvenes se halla sin empleo en la Unión Europea. Mientras Alemania, cuyos contribuyentes son renuentes a seguir pagando por sus socios más frágiles en la zona euro, reclama más sacrificios, muchos expertos advierten del arma de doble filo que supone la austeridad. En España, los jóvenes ‘indignados’ se movilizan desde hace semanas en las principales ciudades contra los recortes y la forma en que los líderes están gestionando la crisis. Es absolutamente inaceptable. Es cierto, que desde las administraciones ya no solo tenemos el deber y la responsabilidad de trabajar, de luchar, de mejorar y atender a nuestra gente, de buscar las herramientas que lo hagan posible, de ejecutar las acciones necesarias cada día, sin decaer, a pesar de los recortes que ‘cada viernes’ como anunció el propio Rajoy, nos esperan. Estas crisis que están experimentando las sociedades avanzadas están cuestionando la racionalidad del crecimiento del sistema capitalista. La experiencia, está demostrando que la abundancia no conduce necesariamente al bienestar y a la calidad de vida, que la economía no puede crecer de forma indefinida a causa de los límites físicos de la propia naturaleza, y que el problema económico fundamental no es el crecimiento sino la distribución de bienes y recursos. Únicamente es posible salir de esta crisis, a largo plazo, a través de unas estrategias globales de cambio, que deben producirse a nivel mundial, y que suponen necesariamente el establecimiento de un nuevo marco general de cooperación y una nueva actitud respecto a la utilización de los recursos, basada en la armonía y no en la dominación, y atender a las generaciones futuras, a fin de que el bienestar actual no hipoteque el suyo.

*Vicepresidenta y consejera del Cabildo de Tenerife