DOMINGO CRISTIANO > Carmelo J. Pérez Hernández

El hijo tonto de Dios > Carmelo J. Pérez Hernández

No hay ninguna novedad en afirmar que, en general, al Espíritu Santo lo tratamos como al hijo tonto de Dios. Lo digo porque se nos llena la boca al hablar del Padre y firmemente nos rendimos ante la centralidad del Hijo en nuestra fe.

Pero sucede que al Espíritu… pues nos cuesta un poco más encajarlo en toda esta aventura que es vivir y entender la vida.
A nuestros pies, sin embargo, les ha tocado transitar por los caminos del Espíritu Santo de Dios.

El suelo que pisamos está firmemente asentado en su presencia en medio de nosotros.

Lo contrario sería el caos. Ruido, viento y paz es el Espíritu que da sustento a esta etapa de la Historia, se nos dice hoy en las lecturas de la misa.

No está mal que sea ruidoso el Espíritu Santo. Un escándalo es lo que necesitamos para salir de la modorra en la que se convierten a menudo nuestros días.

Si los hombres y mujeres de bien son los que no hacen ruido, nosotros tendríamos que dejar de serlo, porque nuestros silencios a menudo no son otra cosa que una adulteración de nuestra vida cristiana. Se nos envío a hacer ruido, a traer un ruido que a los demás les haga preguntarse qué es eso tan importante que no paramos de gritar a los cuatro vientos.

Y viento se nos dice que es el Espíritu. Y también nos conviene que así sea. No es solo el miedo a gritar nuestras verdades lo que nos aparta de la fe, sino también el almacenaje de seguridades, atrabancos, costumbres, rutinas, precauciones, inercias… ¡Que venga un viento recio y las arrase!

La brisa que sopla en nuestra vida impulsada por Dios es como ésa que nos acaricia la cara después de una fuerte tormenta. Trae aromas de mejores sitios, de tierra recién estrenada, de un futuro que ya no da miedo.

Y es paz el Espíritu de Dios. Pero para experimentar tal serenidad es preciso haber permitido antes que el ruido y el viento nos hayan limpiado por dentro, nos hayan transformado.

Si no, corremos el riesgo de confundir la paz con nuestro egoísta deseo de crear una suite dentro de nuestra cabeza para encerrarnos en ella y descansar mientras el mundo gira, ausente de nuestras preocupaciones.

Y no es eso. Puestos en marcha, solo en camino, el Espíritu es paz. Es la serena certeza de que todo es asumible, todo puede pasar sin que se desbaraten los cimientos del orbe porque Dios está cerca.

La paz que anhelamos no es más que el arraigo de la fe en nuestro interior.

Es algo que sólo Dios puede hacer: convencernos, hacernos experimentar, más allá de las palabras y los gestos y las tradiciones, que Dios es verdad, que me ha salido al encuentro y me ofrece a diario todo su descanso.

Una manifestación a favor del Espíritu Santo propongo convocar. Con ruido, viento y experiencia de una paz duradera. El hijo que parecía tonto, al final, es el que hace rotar nuestro mundo.

@karmelojph