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El obrero del fútbol > Salvador García Llanos

Al descanso, cambiaba de camiseta seguro. Y si en aquella época hubieran existido medidores de los kilómetros recorridos individualmente durante un encuentro, es probable que los hubiera reventado. Casi seguro que cuando terminaba el choque, le decían de jugar otro partido y no se hubiera negado. Dio vida al callejón del ‘ocho’, expresión que se inventaron algunos comentaristas televisivos ya en los noventa, pese a que ya Segundo Almeida le reservara esa expresión en las transmisiones que hacía para no nombrarle. La lengua, fuera, casi mordiéndosela. Las medias bajas, casi siempre desde el minuto uno. La mirada, escrutando al adversario, fijándola en la portería rival.

Falleció el obrero del fútbol, el constructor del medio terreno y el defensor añadido cuando el contrario apretaba. Justo Gilberto lo fue todo en el Tenerife, desde que debutó a muy temprana edad en la efímera estancia en la Primera división a principios de los sesenta. A aquel trabajador incansable la Segunda le quedaba estrecha y años después vestía de amarillo, en una de las mejores formaciones de la UD Las Palmas de todos los tiempos: con León, José Juan, Germán y el otro Gilberto en la delantera. La razón, por cierto, de que se le identificara durante años como Gilberto II. En un periódico catalán ya desaparecido, “Dicen…”, llegó a ocupar la mejor clasificación en su puesto en una challenge que publicaba todas las semanas. Justo Gilberto encontró un reconocimiento en varias convocatorias con la selección española absoluta.

Retornó al Tenerife mediados los setenta. Fue cuando le tratamos y supimos de su entrega, de su honradez, de su disciplina en la cancha y fuera de ella. De su sentido del humor, con Onésimo, a quien llamaba “Ciencia” en los desplazamientos, en los aviones y en los largos kilómetros en guagua por carreteras peninsulares. Esas cualidades también las destiló en ulteriores cometidos de dirección técnica. Fue solución para las situaciones de emergencia y fiel y comprometido ayudante de técnicos de postín que se sentaron en el banquillo del Heliodoro. El obrero seguía siéndolo. Con discreción, con eficiencia. Que se lo digan a Azkargorta, en la víspera y en la celebración de aquella promoción en A Coruña.

En una Gala del Deporte nos fundimos en un abrazo, antes de la pregunta inevitable: “¿Te acuerdas Justo cuando…?”. Y así, la evocación de muchas vivencias, hasta aquel otro reencuentro en Santa Úrsula. Falleció el obrero pero la suya, en el fútbol canario, no es una obra cualquiera. Forma parte de la mejor historia.