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El punto sexy> María Montero

Hoy a cambiar de tercio. Y por esta vez, no escribiré de la crisis, ni sobre la expectante reunión del presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, con el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy. Tampoco haré mención al reciente congreso del PP en Tenerife, y a la flamante reelección del ministro Soria como líder indiscutible en Canarias de su partido. Ni hablaré del umbral de la pobreza en un 25% de la población infantil española, en contraposición a la inyección millonaria a Bankia para su salvamento. No. Voy a cambiar de tercio, aunque todas estas noticias, y aún muchas más, son relevantes, y algunas noticias son preocupantes, por no decir alarmantes. Sin embargo, y además de lo anteriormente citado, hoy estoy mirando hacia otras aristas de la vida, y sigo buscando y encontrando el “punto sexy” en las personas, en el tacto y en el con-tacto, en los momentos, en la piel, en lo que no se dice aunque se piense…Sólo sé que no quiero ojos de hielo, no quiero silencios fríos, ni palabras amargas. Quiero seguir siendo mujer aunque se caiga el mundo mañana, y quiero seguir mirando el lado sexy de los hombres, cuando ellos me lo muestran, y cuando yo lo descubro, y cuando juntos lo acariciamos. Entonces, las mujeres dejamos volar nuestra imaginación, y nos gustaría conocer como es él recién mojado después de una larga o rápida ducha, o si su piel resulta más suave enjabonado, o cómo besa o cómo respira o jadea un hombre cuando hace el amor. A las mujeres nos gusta que los hombres nos conquisten, o que ellos puedan dar el primer paso, que nos liguen con gracia y con estilo, y que nos enamoren sin que apenas nos demos cuenta. Nos encantan los flechazos y el flirteo, coquetear y tontear casi sin importancia, aunque nos derrita el con-tacto bailando, paseando, o en la complicidad en la barra de un bar. Las mujeres queremos complicidad con los hombres, queremos imaginación y queremos sentirnos únicas. Si descubrimos, por ejemplo, que él liga igual con todas las mujeres, nosotras, o miramos hacia otro gallo, o podemos ser ultracompetitivas dentro del corral. Depende del punto sexy de cada una. Pero tampoco podemos caer en tópicos. Hay mujeres que adoran tomar la iniciativa y les piden a los hombres un revolcón, o les llevan a su punto sexy sin que ellos lo perciban claramente, aunque les encante la seducción. Seducción y punto sexy no están muy lejos, aunque se puede ser simplemente sexy y no necesitar seducir, o quizás te conviertes en objeto de deseo en cualquier momento, en el mejor sentido de la expresión, claro está. Y ellos, siempre acabamos hablando de los hombres en las tertulias entre amigas. Quizá por eso pensamos que ellos también lo hacen, y me sorprende cuando me dicen que comentan otras cosas. En fin, nunca me lo he creído. Los hombres son pasionales e instintivos por naturaleza, y son capaces de desnudarnos, a las mujeres, de mil formas, o cada día de una forma diferente. En las películas, la gente se arranca la ropa, se desnuda con glamour o juega con el streep-tease. En la vida real, se improvisa continuamente, no hay guiones. O te buscan o te encuentran el punto sexy. Es genial. Todo el mundo tiene un punto sexy. Ahora, deje de leer esta columna, y piense por un instante dónde está su punto sexy. ¿Lo encontró? Ya puede seguir leyendo. A veces, el punto sexy tiembla, cuando hay fricciones entre el hombre y la mujer, y nos duele tanto cuando se enfría, que necesitamos recuperarlo. A veces, con un mensaje cariñoso no basta, y cuando unos ojos de hielo me atraviesan, lloraría, sensualmente, aunque me queme. ¿Recuperé el punto sexy? Él sabe como mirarme, los dos conocemos nuestro punto sexy.
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