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Fluorescencia contra el cáncer de mama

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El equipo de investigación, en uno de los laboratorios del Instituto de Productos Naturales del CISC. / JAVIER GANIVET

VERÓNICA MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

El cáncer de mama es uno de los tumores más frecuentes. La investigación científica siempre está buscando nuevas maneras de abordarlo tanto para prevenirlo como para combatirlo. Uno de los fármacos más usados internacionalmente es el Tamoxifeno, un producto muy extendido y que, durante décadas, ha dado muy buenos resultados. Sin embargo, como cualquier medicamento, no está exento de efectos secundarios, alguno de ellos muy graves e, incluso, letales como la aparición de otros tumores ginecológicos y otros más leves pero molestos como problemas musculares u oculares, entre otros. Estos efectos no llegan ni al uno por ciento de las usuarias y en todos los estudios se ha llegado a la conclusión de que este fármaco genera más beneficios que perjuicios y, por ello, se sigue utilizando. Sin embargo, un equipo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de La Laguna (ULL) se preguntaron cómo era posible que un medicamento que resuelve el cáncer de mama generara problemas en otros órganos.

Años después de esa pregunta, vinieron las respuestas y algo mucho más interesante: un nuevo producto que tiene los mismos efectos positivos que el Tamoxifeno pero que, según los estudios en animales, no mantiene los negativos. El nuevo producto lo han llamado Flutamox y, desde esta semana, está protegido por una patente nacional. Los investigadores principales de este estudio son Alicia Boto (IPNA-CSIC) y Mario Díaz (ULL). Otro protagonista importante ha sido Jorge Marrero Alonso quien ha escrito su tesis doctoral al respecto. Los científicos explican que el proceso de descubrimiento del nuevo medicamento ha sido una carrera llena de sorpresas.

En principio, querían resolver la duda de cómo y por qué el fármaco clásico se metía en células para las que no estaba diseñado (como en las uterinas o en las de los músculos abdominales). “Para poder observar su evolución, transformamos la molécula para hacerla fluorescente” y, “de esta forma convertirla en un fármaco espía”. Se podría decir que era más una molécula del antiguo CSID que del CSIC. Más allá de bromas, esta característica permitió estudiar a qué se une este fármaco y cómo para poder investigar estos indeseados efectos secundarios.

Tuvieron que afinar mucho desde la perspectiva química para crear un medicamento exacto al Tamoxifeno pero que fuera fluorescente.

Toda esta investigación pasó una primera fase teórica y una segunda con modelos animales, con ratones, es entonces cuando vinieron las sorpresas. “Además de estudiar a dónde iba la nueva molécula, nos dimos cuenta que en el 100% de los ratones no se desarrollaba ninguno de los efectos secundarios”, explican los científicos. Esa fue la principal sorpresa: iban buscando un medicamento espía y encontraron la mejora inicial de la terapia clásica.

“Por ejemplo, en el caso del útero, con el medicamento habitual se producía una hiperplasia; es decir el crecimiento de los tejidos sin el control adecuado. Este es un primer paso para comenzar un tumor maligno”, explican los firmantes de la patente. Sin embargo, con el medicamento modificado, “no había este efecto y, por ello, es muy poco probable que se genere un cáncer”.

Pero las sorpresas no han sido solo esas. Los científicos explican que el Flutamox tiene tres líneas de explotación: como marcador para investigaciones a través de su característica fluorescente; como posible fármaco aunque falta aún todo el proceso de pruebas en humanos que puede tardar años; y un último uso que supone una tercera sorpresa: la molécula tiene la capacidad de usarse como láser, algo muy útil en el mundo de la nanotecnología con aplicaciones biomédicas. Ahora, faltan los inversores para todo ello se convierta en realidad. ¿Hay alguien ahí?