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François Hollande > Luis Ortega

Salvo algún politólogo excéntrico que, por ciencia infusa o novelería y contra la práctica totalidad de las encuestas -Bruno Jérôme, profesor de la universidad París II- apostó por una “victoria por los pelos del último inquilino del Elíseo”, todos los observadores predijeron la caída de la undécima víctima de la crisis, que no ha respetado ni a la izquierda ni a la derecha. En la derrota, más apretada de lo previsto pero sin paliativos, aparecen algunos datos y circunstancias de interés y curiosidad. Sarkozy es el único presidente de la V República Francesa que no llega a la reelección en las últimas tres décadas y, con el discreto Hollande, el Partido Socialista Francés vuelve a la cúpula del poder después de la salida, en 1995, del inolvidable Mitterrand. En torno a los candidatos, existe un heterogéneo círculo de nombres propios femeninos que, más temprano que tarde, saltarán al ruedo, tanto por la vía del pequeño Nicolás -al que hemos de reconocer, por primera en los últimos meses una cierta elegancia en el reconocimiento de su fracaso- como por la del triunfador, personaje discutido en las filas de su propio grupo. El retrato del mandatario saliente muestra, en lugar destacado a Angela Merkel, que lo trató como un lacayo, socio servil si quieren, y él tan contento; Sarko fue el vocero de la consigna de “ahorro”, que es la única idea fuerza de la líder alemana -una broma al lado de los grandes estadistas germanos, Adenauer, Willy Brandt y Helmut Kohl- y, naturalmente, la bella Carla Bruni, mamá reciente y relevo de la rebelde Cecilia Ciganer-Albéniz, de origen español, que renunció ipso facto a su papel de primera dama. Por el bando izquierdista, se dibujan las figuras de Ségolène Royal, que fuera su compañera sentimental durante treinta años y cuya relación acabó hace cinco, que se enfrentó a la derecha en las últimas elecciones, y la actual pareja del presidente electo -la periodista Valerie Trierweiler-a la que ciertos comentaristas y cargos del PSF conceden una gran influencia sobre el hombre de moda; atacada sin clemencia por la maquinaria del partido que, con rigor y mucha sutileza, gobierna su ex, Royal le ofreció públicamente, en un acto simplemente cortés, su apoyo electoral-.“Es lo mejor para Francia y para mis hijos”, dijo; goza de notable prestigio en los círculos progresistas de una fuerza política que se alzó con el poder con la palabra que casi todos queremos oír -crecimiento- salvo la comadre Merkel, el tecnócrata Monti y sus monaguillos en países en apuros.