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¡Lo que no te mata, te fortalece!

REBECA DÍAZ-BERNARDO | Santa Cruz

Mi amiga Silvia se separó a finales del año pasado y desde entonces está en pleno proceso de encontrarse a sí misma y de explorar los recovecos de su atormentado ser. Y la cosa es que se lo está currando que no veas: con deporte y dieta; mucho aceite de oliva y tomates naturales; y visitas semanales al dentista, que la han convertido en la petarda odiosa que sale con la boca abierta en todas las fotos desde Semana Santa, porque dice que ya que va a estar pagando hasta 2023 pues que lo piensa amortizar hasta el hartazgo y, francamente, recordando aquel programa de televisión, para cambio radical el suyo.

Pero claro, lo que no te cuentan en este programa de televisión es la reacción a posteriori del afectado, máxime cuando realmente la metamorfosis es tan radical y en tan poco tiempo. Me refiero a que de repente una mañana Silvia se plantó delante del espejo, vio a una tía estupenda enfrente (incluso recién levantada), casi la tía que siempre quiso ser, pero no se reconoció en ella. Mira que le decíamos que está divina, que los hombres se vuelven por la calle a mirarla, que todos le preguntan si tiene novio nuevo porque está diferente, pero ella erre que erre y no se lo terminaba de creer, porque simplemente se veía rara (pero rara de narices) hasta que por fin reconoció que tenía un problema de aceptación o autoestima o comoquiera que se llame y se puso de nuevo manos a la obra urgentemente para solucionarlo. Y hete aquí que fue cuando me pilló por banda, porque en uno de esos envíos masivos de correo de otra amiga, cayó en sus manos la información de una clase de danza árabe, también llamada danza del vientre o belly dance, y nos apuntó a las dos.

Llegué y me vi rodeada de una serie de mujeres altas, bajas, gordas, gordísimas, delgadas, delgadísimas, feas, hermosas, mayores y jóvenes, pero todas divinas en su pellejo, maquilladas, arregladas, enjoyadas hasta la nariz, llenas de lentejuelas, de cascabeles, de velos vaporosos y crótalos entre los dedos de las manos. A las muy gordas es que las barrigas y las cachas les salían de los pañuelos por las caderas y las muy flacas es que se tenían que dar ocho vueltas al velo porque se les caían, pero todas estaban felices y se enseñaban unas a otras los accesorios de reciente adquisición. Es entonces cuando me fijé en que algunas que estaban llegando de la calle venían vestidas de paisano pero sin cortarse un pelo en que se les vieran las estrías, los huesos de las clavículas o las caderas, los michelines o la celulitis y que mientras se cambiaban y se vestían de huríes, se soltaban las melenas y se las cepillaban una y otra vez hasta dejarlas brillantes y con movimiento. Se mimaban las piernas, se untaban sensualmente los brazos con aceite aromático para que luego al moverse desprendieran olor a vainilla o a incienso, y fue cuando me di cuenta de que se gustaban y se querían a sí mismas.

Yo iba con la cara lavada, recién salida de la ducha con el pelo aún húmedo recogido en una coleta de cualquier manera, con una falda negra larga hippie que pillé por casa y que me ajusté a la cintura, una camiseta más o menos ceñida que tapaba el lacito del cierre de la falda, también en la cintura, y el pañuelo con moneditas que mi madre me regaló hace años (sí, por supuesto, también en la cintura). Según me puse delante del espejo y me miré, me dije a mí misma: “bueno, si no mato a Silvia o muero de vergüenza hoy mismo, ya que me echen lo que sea…”. Entonces vino la profesora y puso un vídeo demostrativo para las que no sabíamos de qué iba el tema. Terminó el vídeo, empezó a sonar la música, se me colocó al lado para enseñarme cómo son los movimientos más básicos de la cadera, los hombros y los brazos… y media hora más tarde yo estaba con la falda doblada para ajustarla en la cadera bien abajo, casi indecente, con el pañuelito de moneditas tintineando y la camiseta enrollada alrededor del pecho para poder verme mejor los movimientos. Se me había olvidado por completo que estaba rodeada de otras 15 mujeres, porque yo ya me había convertido en la favorita del harén.

La dueña de la escuela de danza me dijo que el 50% de sus alumnas acuden para dejar salir su parte femenina, que son mujeres con un carácter muy masculino o actitudes muy duras y/o fuertes frente a la vida y que quieren reconciliarse con la feminidad que tienen dentro; también me dijo que el otro 50% de las chicas que aprenden con ella lo han hecho para aceptarse a sí mismas como mujeres, tal y como son, sin complejos ni pudores por el aspecto que puedan tener. Y las belly dancers con las que yo he hablado dicen que no lo dejan ni locas, que están enganchadas, que es como una droga maravillosa que te hace sentirte una radiante mariposa después de una dolorosa metamorfosis, una diosa ante el mundo.

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Despertar a la diosa

Solsticio de Verano. Taller para potenciar la sexualidad y energía femenina. Del 16 al 17 de junio del 2012, Jardín Mariposa. Camino Jaque 11, E- 38370. La Victoria. Precio: 210 euros; si tienes el huevo serían 180 euros. Incluye taller, alojamiento, una cena, un desayuno, un almuerzo y desplazamiento de profesional de Gi kum desde Madrid. Fecha límite de inscripción 25 de mayo. Para inscripción y más información: Concepción Gálvez: conigalvez@yahoo.es Telf.: 629 913 799

Glory Hole, Cris Latorre

Desde el 17 de mayo en Librería de Mujeres de Santa Cruz, Cris Latorre, joven artista estudiante del último curso de Bellas Artes en la ULL, ofrece en esta muestra pinturas, dibujos, fotografías y objetos reunidos en torno a la idea de la práctica sexual conocida como Glory Hole que está vinculada a la presencia de agujeros en tabiques o paredes. Partiendo de la premisa de que “todo lo sexual es político” la creadora explora y rescata pequeños suburbios íntimos como reivindicación del sujeto. La exposición estará abierta hasta el 31 de mayo en horario de martes a viernes de 09.30 a 20.30 y sábados de 11.00 a 19.00.

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