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Más iguales que nunca > Jorge Bethencourt

Vivimos en una sociedad más justa que la del pasado. Vivimos, también, en una sociedad más libre. Pero ambas evidencias no ocultan que la brecha entre ricos y pobres se hace más grande. Aún, como se dice ahora, con la que está cayendo, el número de grandes fortunas en España sigue creciendo, así como el de los patrimonios inmobiliarios (según un informe de Merril Lynch), y a tasas que doblan las de Alemania y Reino Unido. Y esto es así porque el gran asignador de recursos, que es el Estado social, ha naufragado en un estrepitoso fracaso.

El mayor peso de la carga fiscal en nuestro país recae sobre las rentas del trabajo. Considerar millonario a alguien que cobra un buen sueldo, por alto que sea, no deja de ser una estupidez. Las grandes fortunas adoptan la forma de sociedades protegidas por gabinetes de expertos fiscalistas (muchos de ellos exfuncionarios de Hacienda) que cobran generosos sueldos por guiar de forma segura a multimillonarios clientes por un dédalo de normas fiscales. Los mismos expertos que generan toneladas de normas urbanísticas, a veces contradictorias entre sí, abren luego consultoras que sirven para asesorar a las empresas o a las propias administraciones en el complejo desarrollo de proyectos que deben ajustarse a un bosque legal ni sencillo, ni transparente, ni eficaz.

El fraude sólo existe entre la clase media. Las grandes fortunas no necesitan engañar al fisco. Sólo aprovecharse eficientemente de sus grietas El grueso de la recaudación tributaria cae sobre los impuestos al consumo, las rentas del trabajo y el 93% de los tres millones de empresas que tienen en nuestro país menos de diez trabajadores.

El verdadero Estado del Bienestar existe sólo en esos 450.000 políticos que ocupan un cargo público en nuestro país, el doble que Italia, el segundo país de la UE en número de cargos, y casi 300.000 más que Alemania, que tiene el doble de la población española. Y además casi 100.000 cargos están liberados trabajando para sindicatos y patronales. Con casi seis millones de parados y la economía convertida en una masa de hielo, aún hay gente aferrada a sus privilegios como a la madera que flota entre los restos de un naufragio.

El Estado providente quería cuidarnos de la cuna a la tumba. Y transformar la sociedad en un sistema de iguales. Va por buen camino. Nos está haciendo a todos -a todos menos a ellos- mucho más iguales. De pobres.

Twitter@JLBethencourt