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Nacionalización privatizadora > Alfonso González Jerez

Se repite que la situación de Bankia era y es un riesgo sistémico para la estructura financiera española. Pues sí. Pero más significativo es que Bankia refleja la sistematicidad del capitalismo español contemporáneo, caracterizado por una entente cuasimafiosa entre banqueros, grandes empresarios y élites de los partidos gobernantes, culo veo, culo quiero. Fue la gestión desastrosa y politizada (partidizada) hasta la exasperación la que llevó a Caja Madrid y Bancaja -junto a otras cinco cajas de ahorro- a una fusión fría para, supuestamente, salvar el pescuezo. Una estrategia crediticia suicida, un trato generoso a partidos, fundaciones y dirigentes, unos políticos apoltronados que cobraban (y aun cobran) cientos de miles de euros anuales y, entretanto, directivos que se lo llevaban crudo mientras el negocio se hundía y el Banco de España miraba para otro lado (hace apenas quince días ese indecente cretino, Miguel Ángel Fernández Ordónez, aprobaba el enésimo plan de viabilidad de Bankia) simplemente porque todos, absolutamente todos, estaban pringados en este vertiginoso aquelarre de billetes, canalladas, arribismo, cooptación y falsedades contables. Bankia ha estallado como el foco purulento de un sistema político en putrefacción. La intervención del Gobierno no puede, en puridad, llamarse nacionalización: la administración central del Estado se hace a través del FROB con la mitad de las acciones del banco matriz, el Banco Financiero y de Ahorros, donde estaban enterrados muchos miles de millones de euros en activos tóxicos. Sin embargo, ese BFA estaba controlado hasta anteayer por las cajas de ahorro que se integraron en Bankia, y las cajas son entidades de derecho público. Se meterá una cantidad ingente de dinero público en el maldito BFA y en seis meses se venderá, con el resto de Bankia, entero o despiezado, y en todo caso a precio de saldo, a las grandes corporaciones bancarias españolas. Por el camino quedarán decenas de miles de millones de euros inyectados por el Estado, miles de accionistas semiarruinados, y cientos de empleados despedidos y oficinas cerradas.

Esto es lo que hay. Pero recuerden y recuerden bien: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, la sanidad y la educación pública son financieramente inviables, todos tenemos que hacer sacrificios para que el país siga adelante, manifestarse en una expresión de agreste analfabetismo político, se están haciendo las cosas que se deben hacer y se tomarán, por supuesto, todas las medidas pertinentes. Recuérdenlo cuando las primeras columnas de humo asciendan a los cielos.