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¡No!, gracias > Ramiro Cuende Tascón

Los iluministas nacieron por pura lógica. Un grupo de franceses de clase media, hoy de bajo coste, hartos de los caprichos de absolutistas, de usureros de la existencia -de la de los demás, por supuesto-, y de hambre a manos llenas, se propusieron buscar algo de luz al final del túnel. No nos vendría mal iluminarnos la vida, ¡pensaron!

Como dijo un absolutista absoluto de los que se han mantenido por la gracia de dios padre, Benedicto XVI, para el que es cierto que el dogmatismo puede llevar al totalitarismo, pero también lo es que el relativismo, que entraña la negación de la verdad moral, conduce al nihilismo -la nada- y que éste constituye una vía regia hacia el declive moral de una sociedad. Ni la raza ni la clase social habrían llegado a producir el terror totalitario sin la funesta labor realizada previamente por el nihilismo moral. La afirmación de la verdad moral puede o no ser totalitaria; su negación siempre lo es. Lo de la verdad moral me pone de los nervios, y las dobles morales más.

Cuando los absolutistas -fascistas, o casi- se refieren al relativismo, realmente lo que ponen en duda es la capacidad humana para decidir en libertad; es más para establecer compromisos que permitan convivir sin asumir la existencia de  verdades absolutas propuestas por los encendidos déspotas de ayer y de hoy. Esa negación es resultado de intereses de poder y control espurios que según los casos tan solo persiguen la alegría de unos pocos elegidos frente a la tristeza de una mayoría distraída con sus cuentas y sus abalorios -baratijas-, y en aplacar el apetito.

Léase la reflexión de don Benedicto… “El relativismo ejerce una profunda fascinación en nuestro tiempo, aunque tiene el pequeño inconveniente de que es falso. Pero no es posible negar sus aparentes encantos”. Está claro, solo ve sexo, droga y rock and roll, como el señor obispo de Alcalá, porque si piensa en… -pecado, culpa y confesión- se me abren los hipotálamos de dolor ¡Entonces sí!

Confundir la libertad de decidir, incluso de errar libremente con fascinación, no deja de ser la alucinación de un absolutista visionario como los que nos regala la tele cada noche, mirando; unos la bola de cristal, otros echando las cartas, y, estos, vaya usted a saber qué observan y qué toman para no ver.

Por cierto, tengo entendido que el jueves se constituye una libertaria tertulia a la que dan por nombre elLamento. Iluministas de todo pelaje, que extrañamente parece que practican “no hablar de la cosa”. Me indigna que quieran pasarlo bien en tiempos de penuria y de ajuste total, igual hasta comen con gula. ¡Abúrranse, por dios, y no me estén pensando, que los carga el diablo!

Lo maravilloso nos hace hablar, no lo olvide.