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Opinión > Alfonso González Jerez

La gente es rara. Yo sería feliz en una gran biblioteca. Una biblioteca amplia y silenciosa, fresca en verano y tibia en invierno, que diera a un gran jardín colmado de flores y luz, un jardín con una cancela abierta a una playa de arena fina y mar azul cobalto, y mis mujeres y mis amigos entrando y saliendo. No es así, es sumamente improbable que sea así, y por lo tanto ando por las calles de una ciudad anodina, con la desazón de los encuentros en el pecho y una piedra enamorada de mi riñón en un costado. Y es entonces, en una esquina, cuando un perfecto desconocido me toma del brazo, inclina hacia mí su espléndida dentadura caballuna y me pregunta con los ojos brillantes:

-Dígame, dígame, ¿qué es lo que opina de lo de Asier Antona?

Yo me desprendo con cierta violencia del brazo del curioso peatón y lo miro casi aterrado.

-¿Cómo? ¿Qué dice?

-Que qué opina usted de lo de Asier Antona. El del PP. Asier Antona.

Sin mirarlo continúo caminando a paso ligero. El tipo me grita desde la esquina. Creo que me llama grosero o quizás algo peor. Debe estar indignado. Todo el mundo está indignado últimamente, pero se les quita con un partido de fútbol o una manifestación; hasta el próximo partido de fútbol o la siguiente manifestación, por supuesto. Asier Antona. Un temazo, Asier Antona. Me preocupa casi tanto como la dramática ausencia de Marilyn Manson en Tenerife a finales de mes. ¿Y por qué relaciono a Asier Antona con Marilyn Mason? No será por el talento de ninguno de ellos. No, es precisamente por su sustancial insustancialidad. Asier Antona es un militante del Partido Popular. Un joven metido en la política desde los veinte años y al que jamás se le ha escuchado una idea propia ni puede presentar absolutamente nada ejecutado en beneficio de los ciudadanos. Da lo mismo. Es un asunto interno del PP. Soria debe celebrar un congreso regional y necesita a un secretario general; Soria dispone de poco tiempo dirigiendo el Ministerio de Industria; Soria selecciona como secretario general a un dirigente procedente de una isla menor, precisamente, porque no procede de Tenerife ni de Gran Canaria, y sus posibilidades de opacar, desplazar o sustituir al propio Soria, a corto o largo plazo, resultan prácticamente microscópicas. Asier Antona es afanoso, es leal, es pequeñito, y está muy bien. Lo que jamás haría Soria es elevar a una posición como la Secretaría General del PP canario a Cristina Tavío o a Juan José Cardona. Vamos, hombre. Lo que le viene como anillo al dedo (justamente al dedo meñique) es un Antona. Billy Wilder solía repetir en sus últimos años un chiste. Un anciano llega a la consulta del urólogo y le dice: “Doctor, no puedo orinar. Lo intento y no puedo”. “¿Cuántos años tiene usted?”, le pregunta el médico”. “Ochenta y ocho”. “Váyase a casa. Ya ha meado usted bastante”.

Eso es lo que me pasa. Yo creo que ya he opinado bastante.