Fauna Urbana >

Patricia Medina > Luis Alemany

Formaba parte de esos mitos cinematográficos de la infancia (cuando uno se iniciaba puerilmente en el conocimiento de ese arte), que ya pertenecía a una larga Historia interpretativa, de rancio celuloide en blanco y negro, integrada por actores y actrices que habían accedido a la estirpe de la inmortalidad desde hacía mucho tiempo: tanto, que la lectura periodística -el otro día- de su fallecimiento nonagenario no pudo por menos de producirme la sorpresa de comprobar retroactivamente que aún permanecía con vida biológica, alguien que uno hacía mucho tiempo que había colocado ya en la merecida condición inmortal de un museo.

Nacida en Liverpool, en 1919, hija de una inglesa y un canarión, que allí se dedicaba a la importación de fruta, viajó de joven a Estados Unidos, donde se formó profesionalmente como actriz, compartiendo brillantemente pantalla (entre otros hitos del estrellato de aquella época en Hollywood) con OrsonWelles y Joseph Cotten, su marido: una sobrina suya -hoy catedrática de Literatura- fue una de las más brillantes alumnas que tuve en la Universidad de La Laguna, con la que estreché una buena amistad, hoy distanciada por la geografía; y con otros tres sobrinos suyos (que viven en Santa Cruz de Tenerife) mantengo una larga amistad -de más de sesenta años- desde la común infancia escolar en las aulas del colegio de San Ildefonso de la capital chicharrera.

No puede uno por menos de contemplar a Patricia Medina como un paradigma más (hay docenas y docenas: ¿tal vez centenares?) del fructífero cosmopolitismo de esa entelequia inasible -o muy difícilmente asible- que se ha dado en llamar la canariedad, y que nadie sabe con precisión -quizá por alegre fortuna- en qué consiste: tal vez (como gusta repetir mi amigo Juan-Manuel García Ramos) en un imaginario: algo que tampoco sabe nadie demasiado bien lo que es; una canariedad, cuyos generosos sístoles y diástoles migratorios -a lo largo de varios siglos- han propiciado muy valiosos intercambios culturales, a cuyo través los canarios tenemos la satisfacción de habernos enriquecido, así como de haber enriquecido a otros; de tal manera que el brillante etnológo palmero Pérez Vidal sostenía que en las islas sólo existen cuatro dimensiones: pa dentro, pa fuera, pa arriba y pa abajo; y -desde esa perspectiva- resulta indiscutible que Patricia Medina perteneció a la estirpe de los que enriquecieron hacia fuera, como lo hicieron (salvando todas las distancias) Agustín de Betancourt, Josefina Pla o Blas Cabrera.