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Réquiem por un herreño cabal > Eligio Hernández

Mis relaciones políticas con Aurelio Ayala se remontan a las elecciones generales de octubre de 1982 en las que el PSOE obtuvo un triunfo sin precedentes. En dichas elecciones me presenté como candidato al Senado por la isla de El Hierro, y no salí elegido porque el partido comunista que lideraba Aurelio en la Isla no me apoyó. Sucedió que mi pueblo del Pinar, cuna histórica del socialismo herreño, fue el escenario del enfrentamiento gestado en la guerra civil entre comunistas y socialistas. Unas diferencias muy españolas entre hermanos de las que aún quedan pequeños vestigios.

En realidad éramos, como algún historiador ha dicho, contrarios de la misma idea. Como modesto estudioso desde hace 40 años del científico y estadista Juan Negrín, cuya reivindicación histórica se ha coronado con éxito, nunca he sido comunista, pero tampoco anticomunista, ya que los comunistas, si nos atenemos a la verdad histórica, fueron los únicos que no abandonaron a Negrín, presidente del Gobierno de la II República, en su política de resistencia a ultranza contra el fascismo.

El paso del tiempo nos permite valorar con objetividad la extraordinaria labor que desarrolló Aurelio en el Pinar, que en realidad lo que hizo fue llenar el vacío político que los herederos políticos e ideológicos de los líderes socialistas conocidos históricamente como Los huidos habíamos dejado en parte por nuestra ausencia de la Isla. Aurelio supo penetrar en los veneros del pueblo piñero, en su acusada personalidad y peculiar idiosincrasia. Se ganó el afecto y la amistad de muchos de los campesinos y pastores de El Pinar, a los que ayudaba y apoyaba en sus tareas. Dio un impulso a la reivindicación secular de El Pinar por crear su municipio. Fue precursor de la reivindicación de la memoria histórica de los piñeros que murieron en el campo de batalla en defensa de la República, a los que homenajeó y erigió un pequeño monolito.

Atenuó considerablemente la tradicional rivalidad histórica y política entre Valverde y el Pinar. Hizo sentir a los piñeros su tradicional orgullo. Confieso que los socialistas tuvimos recelos de Aurelio, que, con el tiempo he considerado injustos. Ha dejado una profunda huella en el pueblo de El Pinar que perdurará para siempre.

A pasar de que seguimos caminos políticos diferentes, nunca afectaron a nuestras respetuosas relaciones personales, como siempre sucedió con los herreños, en los que la amistad y el paisanaje prevaleció sobre las ideas políticas, lo que explica que El Hierro fuera la única isla en la que no se asesinó a nadie durante la Guerra Civil. Hace unos quince años, en Gran Canaria, donde ambos residíamos, me propuso que debíamos continuar y profundizar la amistad que se profesaron nuestros padres. Nos dimos un emocionado abrazo.

Desde entonces nuestras relaciones personales fueron realmente fraternales. Me pidió recientemente que presentara en Valverde y en la Casa Herreña de Las Palmas el libro que escribió sobre el médico Juan Ramón Padrón, en cuyo prólogo dije que los herreños le debemos a Aurelio Ayala una deuda impagable, pues además del libro que le dedicó al “pastor universal” que fue el piñero Domingo Machina, ahora lo hace con Juan Ramón, arquetipos del ser herreño, fieles exponentes de lo que he llamado la herreñidad, es decir, de las virtudes y cualidades ejemplares que conforman la idiosincrasia herreña.

Amigo Aurelio, como dije en el referido prólogo, cuidaré y conservaré hasta el último aliento la amistad que tu en dicho libro consideraste “como el valor más preciado de tu vida”, como la que se profesaron nuestros padres y abuelos. Te recordaré siempre, como se dice en un letrero de las termas romanas de Caracala: “En invierno y en verano, lejos y cerca, mientras viva, y después”.