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Richard Boucher > Luis Ortega

España está de plena moda para ejemplificar la próxima quiebra de un país de la zona euro. El primero en pagar ese tributo fue el presidente Zapatero, amortizado y sentado en un sillón del Consejo de Estado, que soportó los tiros para distraer la atención del pícaro y botarate Berlusconi y de su impuesto sucesor, Mario Monti, el tecnócrata que, sin pasar por las urnas, tomó las riendas de Italia, y que, con técnica parecida al Cavaliere, desvió las culpas al sur. A la primera víctima, el larguirucho leonés, se unió el registrador de Pontevedra que, sin fisuras, mostró obediencia ciega a Bruselas, al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional. Pero esa docilidad no le libró de las críticas del presumido italiano que, entró en loor de multitudes, con grandes palabras -rigor, crecimiento, desarrollo e igualdad- y que, ante la falta de acciones, ya suscita la desconfianza de sus conciudadanos, y el mosqueo de su primer valedor, el presidente de la República, Giorgio Napolitano. Las críticas del mandatario dactilar -una afrenta y un riesgo para la política que se acceda de ese modo a las grandes magistraturas – se arreglaron con unas palmadas en la espalda de Rajoy y una disculpa (“Yo no dije eso”) y Mariano, fácil de conformar cerró el asunto. En medio, el pequeño Nicolás -con un negro horizonte electoral en las próximas presidenciales – volvió a meterse con lo que está “detrás de los Pirineos”; Sarkozy, pese a las mutuas declaraciones de simpatía con el popular español, nos convirtió en referentes de todos los males que los franceses pueden evitar si le eligen. Pasados los comicios, y probablemente en su casa, no tendrá ocasión de excusarse siquiera por sus excesos. El último bocazas fue el embajador Richard A.Boucher, adjunto de la OCDE que declaró que “España solo vale para flamenco y vino”; Diego López Garrido le exigió que retirase esas palabras por “injustas e irresponsables”; Boucher se limitó a señalar que no quiso insultar a nadie y, que sepamos, hasta hoy, no se exigió rectificación por vía diplomática.

Está claro el acelerado deterioro de la imagen exterior de España que exige unidad de las fuerzas políticas y valentía del ejecutivo. Por lo pronto, al señor Boucher y, de paso al gobierno de la superpotencia, habría que recordarles que Estados Unidos solo sirve para la guerra preventiva, para las hipotecas subprime, que desataron la crisis internacional, para el bárbaro espectáculo de Guantánamo y la infame existencia de la pena de muerte en un país que presume de democracia.